Alberto MUÑOZ DEL CAMPO

  • Ciudad natal: Montevideo
  • 1889 / 1975

Montevideo, 1889- Montevideo, 1975

Ingreso a Facultad de Arquitectura, 1915

Egreso de Facultad de Arquitectura, 1921

Título obtenido: Arquitecto


Tomado de: Arana, Mariano; Garabelli, Lorenzo; Livni, José Luis. Entrevistas a arquitectos uruguayos. FADU, 2016.

Resulta imposible pensar en el arquitecto Alberto Muñoz del Campo sin asociarlo inmediatamente con la rica presencia, en la Rambla del Buceo, de la Colonia de Vacaciones, la que, por sí sola, aseguraría el recuerdo de su participación en la conformación de nuestra mejor arquitectura. El estudio del conjunto de su obra permite abordar –a diferencia de la mayoría de las trayectorias de los arquitectos publicados en esta serie hasta el momento– el caso de quienes paralelamente a una muy digna asimilación de los lenguajes de la arquitectura renovadora europea realizaron importante obra de carácter historicista y ecléctica.

Generalmente, cuando pensamos en el proceso de la nueva arquitectura uruguaya de las décadas del 20 al 40, se tiende a simplificar la labor de nuestros creadores ubicándolos en tres modalidades de actuación: los que se mantuvieron fieles a la enseñanza académica recibida y realizaron su obra dentro de los parámetros del historicismo (caso del arquitecto Elzeario Boix, por ejemplo); los que tempranamente adhirieron al lenguaje renovador integrando y fusionando aportes y planteos de las diferentes vertientes europeas y desarrollando el cuerpo principal de su trabajo dentro de esos lineamientos (caso de Carlos Surraco); y, finalmente, aquellos que, como la figura paradigmática de Vilamajó, realizaron un proceso de transición desde la arquitectura de basamento historicista hasta llegar a la adopción de las formas e ideales de la arquitectura renovadora.

Tiende a olvidarse, en esa simplificación, el caso de no pocos arquitectos que fueron capaces de realizar, en el curso de su trayectoria, excelentes obras de carácter renovador, paralelamente a otras de marcado carácter historicista. Esta actitud parece confirmar la tesis de que buena parte de los arquitectos uruguayos de las primeras décadas del siglo percibía las propuestas europeas del momento fundamentalmente en términos de lenguaje, de ampliación del repertorio formal. En su mayoría no asimilaron la doctrina que, en lo medular, entendía las formas renovadoras como expresión de una nueva etapa del desarrollo histórico de la humanidad; etapa que implicaba, necesariamente, una organización social más justa. Tanto en lo cuantitativo como en lo cualitativo, fue precisamente en la asimilación del lenguaje donde residió la fuerza de la difusión de la arquitectura renovadora en nuestro país.

No pueden, sin embargo, soslayarse las honrosas excepciones de personalidades como las de los arquitectos Carlos Gómez Gavazzo, Mauricio Cravotto, Juan A. Scasso y Leopoldo Carlos Artucio. El primero, con escasa obra realizada, puso especial énfasis en los aspectos doctrinarios, procurando extender sus alcances al ordenamiento territorial; el segundo realizó una labor pionera desde su cátedra de Urbanismo; Scasso desarrolló una fermental prédica teórica y práctica, y, finalmente, ese gran profesor que fue Artucio cumplió una permanente labor de difusión, de docencia y de crítica.

La asimilación de la nueva arquitectura no se limitó a algunas obras aisladas, sino que tuvo la suficiente fuerza y extensión como para influir en modo relevante en la conformación de la ciudad en su conjunto, otorgándole una impronta que modificó la imagen urbana, tanto en los barrios nuevos como en aquellos que experimentaron significativas transformaciones.

Muchas de las grandes obras de equipamiento público (Hospital de Clínicas, Estadio Centenario, Caja de Jubilaciones, nuevas facultades y escuelas), parte sustancial de la vivienda colectiva en altura o en edificios de tres y cuatro niveles, hasta numerosas viviendas individuales, fueron realizadas dentro de los alineamientos expresivos de la arquitectura renovadora europea, incluyendo diferentes manifestaciones de la vertiente art déco.

Este conjunto de obras se integró con naturalidad a la ciudad existente, dándole una imagen renovada, pero respetando su amanzanamiento, su morfología, adaptando los nuevos tipos edificatorios –construcciones de renta en altura, oficinas, equipamientos sociales– a las condicionantes de una sustitución generalmente localizada en predios entre medianeras.

Este fenómeno no se limitó a Montevideo sino que se difundió en otras localidades del país. Basta pensar en las realizaciones de Atlántida, La Floresta, Piriápolis, Punta del Este o La Coronilla en la costa este; en las obras civiles de las represas; en los trabajos concretados en ciudades como Salto y Mercedes; escuelas, liceos y hospitales de otros centros urbanos, para apreciar la difusión que adquirió ese nuevo repertorio.

Es en este panorama que se inscribe la obra del arquitecto Muñoz del Campo. Tempranamente realizó un garaje en la calle Piedras, posteriormente modificado[7], en el que utilizaba el nuevo lenguaje en forma intencionalmente polémica.

La Colonia de Vacaciones Marítima, a la que Muñoz se refiere en la entrevista como “hotelito”, constituye sin duda su obra más significativa.

Aún hoy, recorriendo la Rambla de Montevideo, su rica volumetría y su implantación sobre un acentuado talud, logran un singular destaque. Tal como había ocurrido antes con el Parque Hotel y el Hotel Carrasco, en tanto hitos claramente identificables en el espacio urbano circundante, la Colonia de Vacaciones –junto con el Rambla Hotel del arquitecto Mauricio Cravotto, el Yacht Club de los arquitectos Crespi y Herrán y el Hotel Miramar del arquitecto Scasso– se presenta como uno de los mojones de la nueva etapa de nuestra arquitectura. Al igual que las otras obras mencionadas enriquece, con su implantación y volumetría de inspiración holandesa, la relación de la ciudad con su costa.

Podría también citarse al respecto, la acertada propuesta del arquitecto I. M. Pei para el edificio de la Embajada de los Estados Unidos, previamente a su lamentable cercado con muros y rejas.

Las calidades señaladas contrastan marcadamente por cierto, con los paradores realizados en 1989 en Pocitos, con los abusivos agregados al Club Nautilus y con la indecorosa ampliación realizada en el Club Náutico, todos ellos producto de discutibles concesiones municipales y desconocimiento de explícitas normativas, revelando una total insensibilidad para con el contexto paisajístico.

A los valores ya apuntados, la Colonia de Vacaciones suma las virtudes de una clara organización de sus plantas y una neta gradación y jerarquización de sus distintos espacios. El acceso al comedor en doble altura balconeando hacia la costa, la implantación de la escalera y nuevamente la presencia del río desde sus descansos, el entrepiso que se relaciona mediante huecos con el salón comedor y participa, a través de ellos, de las visuales mencionadas, y finalmente, los distintos tipos de habitaciones con distribuciones muy bien logradas son algunos de sus mayores aciertos.

La relación con el entorno se afirma mediante la conformación de la escalera exterior –inicialmente extensa– permitiendo una más fluida vinculación del edificio con el talud existente. Por su parte, el hemiciclo pergolado del predio del fondo otorga a la construcción un cierto aire mediterráneo.

Para preservar sus valores, sería aconsejable impedir que se construyesen junto a la Colonia Marítima, edificios en altura que podrían encajonarla perturbando su imagen y escala[8]. Esto resulta aun más necesario, teniendo en cuenta que uno de los linderos está constituido por la vivienda Cordara, una muy atendible realización del arquitecto W. Pintos Risso[9].

En algunas de las obras de Muñoz del Campo se aprecia –al igual que en las de Vilamajó, a quien él apreciaba particularmente– la inquietud de resolver los espacios de transición entre exterior e interior con una cierta impronta hispano-árabe. Eso ocurre en la vivienda de la calle Tomás Diago casi Jaime Zudañez –proyectada conjuntamente con el arquitecto García Arocena– con sus terrazas escalonadas y sus pérgolas, así como en la ubicada en la calle José Martí, donde se destacan los espacios exteriores y el acceso escalonado.

En otras obras, utilizó Muñoz lenguaje de más acentuado carácter historicista. En especial, debe destacarse la vivienda de las calles José Ellauri y Ramón Masini cuya demolición en 1989 constituye, a todas luces, un acto de barbarie cultural. Con una excelente resolución de esquina y detalles de integración de elementos de granito incorporados a una masa construida en cerámica, evocaba las realizaciones que, hacia 1900, concretaba la arquitectura doméstica inglesa. La resolución de detalles, la distribución y riqueza de sus espacios interiores más representativos, la calidad de su carpintería nos hablan de un arquitecto de gran fineza, capaz de controlar todas las etapas del proceso que va desde el diseño a la realización.

Entre sus obras mayores, resulta de especial interés el edificio de la calle 25 de Mayo, con excelentes bajorrelieves de Zorrilla de San Martín, coexistente con detalles art déco visibles en el modelado de los balcones y en las molduras exteriores de los vanos.

Mención especial merece la vivienda Varela Acevedo, realizada en 1925, con clara reminiscencia española.

Un muro elevado posteriormente la oculta de la calle brindándole un carácter de “villa” romana. La vivienda se define a través de una volumetría muy libre que recuerda a los cortijos del sur de España; abundan los detalles historicistas de muy buena factura en portadas, marcos y dinteles en piedra arenisca. Incorpora asimismo azulejos españoles, muy especialmente en el patio lateral –“claustro”, como lo define Muñoz– que se respalda en la fachada de la casa y presenta en su centro una fuente hexagonal en cerámica vidriada, también española, constituyendo un espacio de gran sugestión.

En el interior, una gran sala con espacios menores se conecta –a través de una zona intermedia– al comedor enriqueciendo por un notable artesonado de madera. La excelente carpintería, los pavimentos con inserciones de cerámica de talavera, las magníficas estufas nos dicen de una abundancia de medios económicos controlada por una voluntad de diseño precisa y contenida. La vivienda posee además un equipamiento coherente con sus cualidades arquitectónicas.

Resulta de interés la propuesta de Muñoz del Campo para la vivienda rural económica “Canastillo” publicada, junto con planteos de otros arquitectos en la revista Arquitectura[10]. La casa está resuelta con una planta en “T” y cubierta quinchada a dos aguas en cada uno de sus cuerpos: el de estar-cocina y el de dormitorios y baño. Se planteaba una construcción tradicional, haciendo su autor hincapié en el aprovechamiento de los conocimientos constructivos de cada zona. Se aprecia en el planteo una clara preocupación por enriquecer la relación con el exterior mediante un parral frente al estar, y mediante una pequeña glorieta con cubierta de quincha adosada al testero de cuerpo de dormitorios, apoyada, mediante soportes de madera a un replano de ladrillo, y complementada con un banco del mismo material. La propuesta, también de evocación española, resulta sin embargo apropiada al carácter de nuestro medio rural. El no haber podido acceder a la correspondiente documentación nos impide efectuar comentarios acerca de la importante obra de Muñoz del Campo en el interior, sobre todo en cascos de estancia, así como también acerca de las viviendas populares –mencionadas por Muñoz en la entrevista– realizadas junto a Leonel Viera.

Muñoz del Campo realizó otras obras con características renovadoras, como el edificio de apartamentos de la calle Francisco Vidal frente a la plaza Gomensoro. Aunque con valores parciales, no alcanza empero los niveles de calidad de su obra en la Rambla del Buceo.

Ya en los años 60, conjuntamente con los arquitectos Enrique Muñoz –su colaborador de toda la vida– y Guillermo Gómez Platero, realiza el edificio en propiedad horizontal de Bulevar Artigas, destacable por la proporción de su fachada construida por profundas terrazas (casi logias) que amplían exteriormente los estares de los apartamentos y permiten disfrutar, en todo su potencial, las magníficas vistas sobre el parque del Club de Golf y el río.

El arquitecto Muñoz de Campo actuó paralelamente en la Sociedad de arquitectos, tanto en su Consejo Directivo como en diversas comisiones; y aunque no ejerció la docencia en la Facultad de Arquitectura, estuvo vinculado a ella a través de la integración de comisiones y de las múltiples relaciones personales con docentes y estudiantes de esa casa de estudios.

Cumplió además una labor trascendente como jurado de importantes concursos; entre ellos, tal como él mismo lo refiere en la entrevista, el del Hospital de Clínicas. En esta actividad contribuyó, a través de su poder de convicción y de su capacidad de comprensión, a la aceptación, no siempre fácil, de las soluciones más audaces y renovadoras.

También contribuyó a abrir las puertas a las propuestas más inquietas y fermentales de los artistas nacionales jóvenes, al actuar en la Comisión Nacional de Artes Plásticas.

En la entrevista que transcribimos, realizada al final de una vida de intensa labor profesional, se refleja su fineza de pensamiento, su especial calidad humana ante un mundo difícil de aprehender para alguien educado a principios de siglo, y una aguda percepción de la arquitectura propia y la ajena.

Su personalidad, sustentada en una honda cultura y una exquisita sensibilidad, se caracterizó por una natural bonhomía y una absoluta integridad personal.

Es por ello que debemos esforzarnos por no perder la necesaria objetividad crítica, ante el respeto y cariño que inevitablemente le profesamos todos cuantos tuvimos el privilegio de frecuentarlo.

Notas:

[7] El inmueble fue adquirido por la Imprenta Colombino y ampliado –respetándole gran parte de su interés al simetrizarlo– por el arquitecto Román Fresnedo Siri.

[8] Efectivamente así actuó la Comisión de Patrimonio permitiendo a las edificaciones linderas abrir sus fachadas hacia el predio vecino (nota de la edición 2015).

[9] La casa Cordara hoy se encuentra demolida (nota de la edición 2015).

[10] Ver número de noviembre de 1926.

 

Algunas realizaciones y proyectos:

1924 Vivienda Vallarino, Montevideo, Uruguay.

1924 Vivienda Beherens, Montevideo, Uruguay.

1927 Propuesta Concurso Pabellón de Uruguay en Sevilla, con García Arocena.

1927 Propuesta Concurso Vivienda Rural Económica

1929 Vivienda Mezzera, Av. Brasil esq. Bv. España, Montevideo, Uruguay.

1929 Vivienda Scaltritti, 8 de Octubre 2981, Montevideo, Uruguay.

1930 Propuesta Concurso Estadio Club Nacional de Football

1930 Propuesta Concurso Hotel de La Paloma, con García Arocena.

1932 Vivienda Lanza, Montevideo, Uruguay.

1932 Garage Zabala, Montevideo, Uruguay, con García Arocena.

1936 Colonia Marítima de Vacaciones, Rambla Chile 4519, Montevideo, Uruguay.

1946 Vivienda Socrates Rodríguez, Montevideo, Uruguay.

Vivienda Avenida Brasil 2371, Montevideo, Uruguay.

Vivienda José Ellauri esquina Ramón Masini, Montevideo, Uruguay.

Vivienda Varela Acevedo

Vivienda Denis, Ellauri esq. Massini, Montevideo, Uruguay.

Vivienda José Martí 3225, Montevideo, Uruguay.

Vivienda Tomás Diago 789, Montevideo, Uruguay.

Edificio 25 de Mayo 459, Montevideo, Uruguay.

Garaje Piedras, Montevideo, Uruguay.

Vivienda Páez Vilaró

Vivienda Orgaz 512, Montevideo, Uruguay.

Vivienda Javier de Viana 1035, Montevideo, Uruguay.

Vivienda 19 de Abril 1190, Montevideo, Uruguay.

Vivienda Drago, Punta del Este, Maldonado, con Enrique Muñoz.

Viviendas. Calle José B. Lamas 2887, Montevideo, Uruguay.

Edificio en Francisco Vidal, Montevideo, Uruguay.

Edificio Bulevar Artigas 222, Montevideo, Uruguay.


Escritos del arquitecto:

“Vivienda Rural Económica. Memoria explicativa (Trabajo presentado con el lema Canastillo) ”. Arquitectura, núm. 108 (1926).


Ver además:

Arana, M., y Garabelli, L. Arquitectura renovadora en Montevideo 1915-1940. Montevideo: Fundación de Cultura Universitaria, IHA, Facultad de Arquitectura, 1991.

Arquitectura, núm. 20 (1917), núm. 68 (1923), núm. 75 (1924), núm. 99 (1926), núm. 108 (1926), núm. 158 (1931), núm. 170 (1932), núm. 172 (1932), núm. 260 (1990).

Artucio, L. Montevideo y la arquitectura moderna. Nº 14. Montevideo: Nuestra Tierra, 1971.

IMM, Facultad de Arquitectura. Guía Arquitectónica y Urbanística de Montevideo. Montevideo: Intendencia Municipal de Montevideo. Facultad de Arquitectura, Universidad de la República. Junta de Andalucía, 2008.

Lucchini, A. El concepto de arquitectura y su traducción a formas en el territorio que hoy pertenece a la República Oriental del Uruguay. Libro Primero.Montevideo: UdelaR, 1986.

Lucchini, A. Ideas y formas en la arquitectura nacional. Montevideo: Nuestra Tierra nº 6, 1969.

Lucchini, A., Paris, B., Faraone, R., Oddone, J., Real de Azúa, C., Muras, O., Ardao, A., Buño, W., Ayestarán L., Salgado, S. Cronología comparada de la historia del Uruguay 1830-1945, Montevideo: Udelar, 1966.

Rey, W., Barriola, N., y Mendizabal, M. Tu Patrimonio. Montevideo: Editorial  bDP, 2011. Rey, W. Arquitectura moderna en Montevideo (1920-1960). Montevideo: Facultad de Arquitectura, Universidad de la República, 2012.