The New York Times Building

Renzo PIANO

En el año 2000, con el objetivo de crear la séptima casa que albergaría al diario desde 1851, la Compañía The New York Times lanza un concurso internacional del que saldría ganador el proyecto de Renzo Piano. Su proyecto consistía en un gran atrio ventilado y traslúcido de seis pisos de altura, seguido por una novedosa y monumental estructura. Esta reflejaría en su envolvente las distintas condiciones de la luz, según la hora del día.

Este proyecto ha sido considerado por la crítica como el “rascacielos corporativo más importante a construirse en Nueva York, desde la aparición del edificio de la CBS, de Eero Saarinen, en 1965”.

Según Piano, su edificio desafía a la gravedad y desaparece en el aire, inoculando en el horizonte urbano la misma magia aportada por las torres de estilo neo-gótico. “Cada arquitectura cuenta una historia, y la que esta nueva obra sugiere está basada en la transparencia y la liviandad”, asegura, y explica que su acento en lo transparente metaforiza la relación que existe entre el diario y la ciudad. El edificio incorpora varios puntos trascendentes de la arquitectura de Renzo Piano: vistas, luz, respeto hacia el contexto, relación con la calle y una volumetría simple y esbelta que se emparenta con la trama de Manhattan. Lo novedoso, entre una amplia gama de innovaciones tecnológicas y sustentables es su envolvente, un descomunal muro cortina complementado por una segunda piel de varias cerámicas, alineadas en un esqueleto de acero.

La integración de interior y exterior se remarca aún más con un jardín emplazado en el “corazón” de la planta baja, abierto al público y visible desde la calle. Diseñado por los paisajistas Hank White y Cornelia Hahn Oberlander, es un bosque de musgo y abedules dentro de una caja de cristal.

Enteramente revestido con paneles de madera, el auditorio tiene una pared de vidrio detrás del escenario, hacia el jardín.

En la planta baja del edificio se suman comercios y restaurantes. Todas las demás plantas están también diseñadas para ser flexibles, por lo que son abiertas, poseen muchos espacios de reunión, y vistas hacia los cuatro puntos cardinales.

Los interiores fueron diseñados por Gensler, la firma de arquitectura interior a la que se asoció el estudio japonés SAANA para construir el Nuevo Museo de Arte Contemporáneo en el Bowery neoyorkino.

En ellos el color juega un rol importante y varía en las paredes desde el naranja azafranado hasta un rojo intenso. Las escaleras, ubicadas en las esquinas y adyacentes a las fachadas de la Octava Avenida, dinamizan las vistas desde el exterior.

El edificio se promueve como una construcción sostenible, aunque no tiene certificación LEED. Dicho por Piano, el objetivo de este proyecto es crear un edificio que conjugue sostenibilidad y artesanía.

El diseño incorpora muchas funciones para una mayor eficiencia energética.

El muro cortina, totalmente acristalado con vidrio de baja emisividad, aumenta al máximo la luz natural dentro del edificio, mientras que la pantalla de cerámica-rod ayuda a bloquear la luz solar directa y reducir las cargas de enfriamiento.