“La arquitectura, índice de civilización, surge límpida, elemental, perfecta cuando es la expresión de un pueblo que selecciona, observa y aprecia los resultados que , laboriosamente reelaborados, revelan los valores espirituales de todos los pueblos….” se lee en un manuscrito de Terragni de 1941.
Quizá pensaba en el Parvulario, su obra más espontánea y más feliz, nacida durante un paréntesis sereno, muy excepcional en una existencia condicionada por polémicas furibundas y durísimas luchas. Aquí domina finalmente el horizonte, la línea de la tierra; se olvidan las veleidades dictatoriales. Disfrutar de lo cotidiano no es ningún crimen. Sobresalen los espacios luminosos, los recorridos, los diálogos entre estructura y volumen, sin intelectualismos, con una naturalidad creativa que no tiene iguales.
“Un pueblo que selecciona…” un lenguaje arquitectónico internacional “de todo el mundo”.
Terragni ya no tiene inhibiciones: el bloque está roto con la intención de lograr aquella integración interior-exterior, que es, a la vez, la generadora funcional y poética de la composición (Escribe Argán). La rotura del bloque implica una intervención dinámica, por lo tanto se recurre a la temática futurista, sin embargo, se evita cuidadosamente la evidencia física del impulso dinámico. No se trata de una forma puesta en movimiento, se trata de un movimiento que se integra en la forma y se convierte en estructura”. Terragni abandona el vanguardismo Futurista, se proyecta en el presente y no en un imaginario mañana.
Fuente: Guía 2016