Tomado de: Medero, S., Salmentón, J., Cesio, L. Ildefonso Aroztegui. Montevideo: IHA, Facultad de Arquitectura, 2014.
Las relaciones entre Aroztegui y el Dr. Ruiz probablemente hayan tenido comienzo con la designación del arquitecto como ganador del concurso para el Club San José en 1955. La vivienda se encuentra, precisamente, a metros de la plaza principal donde el club tiene su sede, sobre la calle Batlle y Ordoñez y con una privilegiada orientación al Norte en su frente.
Aroztegui retoma aquí la línea trazada en la vivienda Abelar e incorpora algunas soluciones ensayadas en la casa realizada para Santiago Bertamini, ambas en la ciudad de Melo. En la fachada, al juego de planos se añade un interés evidente por la expresión de los materiales, sus texturas y colores. Un conjunto de líneas horizontales y el volumen conformado por el garaje y el estudio del Dr. Ruiz ajustan la casa a la alineación predominante en el entorno urbano. Los planos correspondientes al living en planta baja y a los dormitorios en planta alta se retranquean, buscando recogerse con respecto a la calle y controlar las condiciones climáticas de la fachada norte. Con el mismo objetivo, el estudio se protege con parasoles metálicos rojos y el frente del living, resuelto como una piel liviana, tiene un despiece que incluye planos transparentes y blancos enmarcados por perfiles pintados de negro. La puerta del garaje, el acceso principal y el revestimiento de monolítico lavado también cuentan como planos abstractos, en una cuidada composición neoplástica que continúa en la planta alta. En la fachada, elemental y abstracta, el arquitecto utiliza mecanismos compositivos propiamente modernos que establecen un interesante diálogo con el edificio lindero hacia el Oeste: dialéctica entre lo universal y lo singular recurrente en la obra de Aroztegui.
La vivienda se organiza en tres niveles, lo que le permite la discriminación funcional de los ambientes sin descuidar la relación fluida y abierta entre el interior y el exterior, preocupación persistente del arquitecto. El primer nivel, que se despega del suelo, alberga las áreas de relación: el living-comedor, ubicado entre dos planos vidriados y vinculado directamente al frente y al jardín trasero, dilatando el espacio interior -como sucede también en la vivienda Abelar- y un estar íntimo, que incluye en casi todas sus casas, asociado a la cocina y al jardín. En el nivel intermedio se dispone el consultorio, aislado de la vida doméstica y vinculado exclusivamente a la calle. En la planta alta se replica la solución probada en la vivienda Bertamini, buscando la mejor orientación para los dormitorios -hacia el frente- y ubicando hacia el sur circulaciones y servicios.
Interpenetración de espacios interiores y exteriores, fluidez espacial, funcionalidad, atención al asoleamiento, cuidado en los detalles, incidencia del lugar: señas propias del arquitecto que hacen que la obra sea vista como resultado único pero fundada en criterios universales.
Ver además:
Arana, M., y Garabelli, L. Arquitectura renovadora en Montevideo 1915-1940. Montevideo: Fundación de Cultura Universitaria, IHA, Facultad de Arquitectura, 1991.
Loustau, C. La arquitectura del siglo XX en el Uruguay. Montevideo: Abitab, 2010.
Margenat, J.P. Tiempos Modernos arquitectura uruguaya afín a las vanguardias 1940-1970. Segunda Parte. Montevideo: 2013.
IHA. Modernos. Montevideo: Facultad de Arquitectura, Universidad de la República, 2015. Disponible en https://issuu.com/iha.fadu/docs/modernos-set-2015 Rey, W. Arquitectura moderna en Montevideo (1920-1960). Montevideo: Facultad de Arquitectura, Universidad de la República, 2012, pp. 290-291.