Tomado de: Relevamiento y comentario sobre los bienes de interés municipal de Montevideo, elaborado por el IHA y el SMA de la Facultad de Arquitectura. Montevideo: inédito, 1997.
La construcción de este edificio fue ganada por concurso por el arquitecto italiano Giovanni Veltroni -que había sido personalmente invitado al Uruguay por José Batlle y Ordóñez- asociado con el arquitecto uruguayo Raúl Lerena Acevedo. El edificio estaba destinado al estudio y profilaxis de la sífilis, una de las más terribles y difundidas enfermedades de la época, y albergaba consultorios y oficinas.
La entrada principal por 18 de Julio conduce a un vestíbulo cerrado del que parte la escalera lateral que conduce a la torre, donde se concentra el núcleo de circulación vertical. De allí parten, en todos los niveles, amplios corredores pavimentados en damero diagonal blanco y negro -al igual que el vestíbulo-, que estructuran las plantas tipo. El cuerpo arquitectónico reconstruye los límites exteriores del predio, y un importante volumen al otro lado del eje de circulación, define pozos de aire y luz que sirven a las distintas dependencias.
Aunque la Comisión Honoraria encargada de la construcción del edificio establecía que "el elemento de decoración y cultural no pueden prevalecer sobre el primordial que persigue el Instituto: el científico", el espíritu ecléctico de los arquitectos eligió sistematizarlo mediante un lenguaje barroco hispánico.
En ese momento se buscaba en la historia de la arquitectura americana la esencia de un pasado común, más digno y significativo que el eclecticismo que parecía metaforizar la conformación aluvional de nuestras poblaciones. Esta búsqueda identificaba sus principios con los de la arquitectura barroca colonial -que era en realidad tan ajena al Río de la Plata como cualquier lenguaje europeo-, que cargada con nuevos significados, se volvió paradojalmente, emblema de una arquitectura propia.
Se utilizó entonces el criterio sintáctico del lenguaje barroco español trasladado por los colonizadores, que disponía zonas de alta densidad decorativa en contraste con superficies neutras. El ornamento se concentra en el basamento, en las grandes portadas que abarcan dos niveles -asimilables a las portadas retablo de la arquitectura religiosa colonial-, en el último piso, y en el tramo final de la torre, cuando ésta ya se vuelve un cuerpo independiente respecto a la masa edilicia.
Chapitel y punteros debitarios del Gótico Isabelino, y aleros de tejas, se combinan con ventanas, balcones y columnas o pilastras corintias, en los que aflora un espíritu italiano. Estos estilemas de distinto origen acompañan un tratamiento del cuerpo del edificio totalmente exento de decoración, protorracionalista se diría, en el que sólo se juega con el ritmado de los vanos sin marco, que en la base de la torre se resuelven como fajas verticales, enunciando la presencia de la escalera principal.
Ver además:
Arquitectura, núm. 93 (agosto de 1925): 172-179.
Bona, Antonio; Gallo, Domingo. Veltroni. El arquitecto. Montevideo: BROU, Istituto Italiano di Cultura, 2005.
ELARQA, núm. 3 (mayo, 1992).
IMM. Guía Arquitectónica y Urbanística de Montevideo. Montevideo: Intendencia Municipal de Montevideo. Facultad de Arquitectura, Universidad de la República. Junta de Andalucía, 2008.
http://concursos.fadu.edu.uy/index.php/concursos/instituto-profilactico-de-sifilisis/