Tomado de: IMM. Guía Arquitectónica y Urbanística de Montevideo. Montevideo: Intendencia Municipal de Montevideo. Facultad de Arquitectura, Universidad de la República. Junta de Andalucía, 2008.
La concepción de esta residencia responde a la condición de su propietario: General Máximo Santos, hombre de origen humilde que ocupó la Presidencia de la República. Su extrema suntuosidad, inusual para la época y la ciudad, le otorgó singularidad. Las amplias dimensiones se deben a la anexión de dos predios y parte de un tercero, generando una alteración en el catastro dominante.
El proyecto fue obra del Ing. Juan A. Capurro, uruguayo formado en Turín, quien aplicó frecuentemente en sus obras la vertiente italiana de la modalidad ecléctico historicista. La formalización exterior presenta una volumetría simple, manteniendo la alineación frontal sobre ambas calles. La organización general de fachadas se apoya en la clásica división tripartita. El basamento, reforzado por el fuerte desnivel de la calle Cuareim, da lugar a un subsuelo de servicio.
En el cuerpo principal el ritmo vertical de vanos, con sus balaustres, columnas y frontones quebrados, concentra la decoración. La uniformidad de dichos vanos no deja traslucir la organización interna y éstos cuentan por su valor repetitivo en el extenso desarrollo de la fachada sobre Cuareim, generando un tramo caracterizado. El coronamiento con friso de mármol rematado por una balaustrada señorial, recompone la lectura unitaria de la extendida fachada.
En el interior se observa un despliegue ostentoso en la calidad y tratamiento de los materiales -mármoles, vitrales, filigranas de yeso, cristales, esculturas-, y en el amoblamiento importado por encargo desde Europa. Un espacio jerárquico lo constituye el gran patio interior con su fuente, bajo el vitral polícromo.
Los trabajos de restauración y conservación realizados en la década del 60 procuraron la preservación de los elementos originales.
Tomado de: Mendez, Mary. “El Palacio de Máximo Santos”. MTOP. Trazabilidad de la Obra Pública. Montevideo: Ministerio de Transporte y Obras Públicas. Facultad de Arquitectura, Universidad de la República, 2014.
Son contados los casos en que el nombre otorgado a un niño en la cuna refleja tan adecuadamente las cualidades de su vida madura. Máximo Santos ingresó a los 16 años al ejército, siguiendo los pasos de su admirado general Venancio Flores. Hizo una carrera tan veloz como inexplicable o, más precisamente, explicable por su amistad con Lorenzo Latorre. Entre 1868 y 1872 pasó de subteniente a capitán con grado de sargento mayor, una notable rapidez de ascensos sospechosa incluso para el Ministerio de Guerra.
Su brillante carrera militar estuvo íntimamente vinculada al surgimiento del Batallón de Cazadores Nº 5, creado en enero de 1875. Su origen coincide con el motín responsable del golpe de Estado que derrocó a José Ellauri y llevó a Latorre al poder. Fue en esa división de infantería que Santos ascendió a capitán general en 1886, un rango creado especialmente para él1. Latorre dimitió en 1880 y en su lugar quedó Francisco Vidal. En 1882 Santos, entonces ya ministro de Guerra, accedió al poder.
La furiosa megalomanía que suele caracterizar a los hombres de tan baja estatura lo llevó inmediatamente a destinar importantes fondos públicos para la construcción de su residencia urbana. Contrató para ello a Capurro, un destacado ingeniero civil que había egresado de la Real Escuela de Turín en 1864. Era un viejo conocido que había estado a cargo de importantes obras en la ciudad, como el Teatro Cibils, la Quinta de Raffo, la Quinta de Carlos de Castro en El Prado y la importante residencia de Bartolomé Mitre y Buenos Aires. Fue Capurro quien realizó el Plano Catastral de Montevideo entre 1865 y 1871, el primer relevamiento padrón a padrón de las manzanas de la ciudad y quien, por encargo de Latorre, había reformado el Palacio Estévez para convertirlo en Casa de Gobierno en 1880 2.
Las vidas y los gustos de cliente y proyectista se enlazaron a partir de este vínculo profesional. Algunos años antes Santos había buscado obtener experiencias sublimes en los jardines de la quinta que adquirió en 1877 sobre la calle Instrucciones. Ahora deseaba obtenerlas del espacio interior 3.
Capurro comprendía muy bien el refinamiento manierista que Santos buscaba y lo plasmó de forma regia en la casa de 18 de Julio y Zelmar Michelini, siguiendo los caminos que Rafael Sanzio había explorado en la Florencia renacentista 4.
La casa se ubicó en un terreno con forma de “L” con una superficie algo menor a los 1.400 m2. Tiene una pronunciada pendiente hacia la calle Colonia, al norte de la cuchilla sobre la cual José María Reyes tendió la calle 18 de Julio.
Entre ambas calles hay tal diferencia respecto a los niveles del suelo que fue posible obtener un piso completo por debajo de la avenida.
La fachada principal tiene 22 m de largo y presenta un único nivel. Se ordena mediante un eje central jerárquico que determina el acceso principal y dos aberturas a cada lado protegidas por balaustradas de mármol y frontones. La puerta da acceso a un hall de distribución flanqueado por columnas y adornado con grutescos, por el cual se accedía de modo independiente a una sala de recibo sobre el lado oeste, un escritorio hacia el este y al nivel principal donde se ubicaban las habitaciones de la familia integrada por Santos, su esposa Teresa Mascaró y sus cinco hijos.
Las distintas salas se dispusieron rodeando un patio cubierto con una claraboya de vidrios de colores que fue intervenida durante el gobierno de Gabriel Terra.
Las paredes fueron adornadas con espejos de gran tamaño inscriptos en arcadas de medio punto que se reflejan mutuamente al infinito. El juego barroco se mantiene al centro de la estancia donde se instaló una fuente de mármol que representa un pequeño Eros con un delfín, imagen simbólica vinculada a Venus, la diosa del amor y la belleza.
El otro patio que estructura la planta se ubicó más al norte y su doble altura extrae todo el partido plástico de la diferencia de niveles. La galería del piso principal está rodeada por columnas de fundición y se vuelca sobre el vacío, balconeando hacia el piso inferior que aloja el área de servicios. Allí las columnas metálicas, torsas o salomónicas, rodean el patio cuyo lado longitudinal enfrenta la calle Cuareim; sobre ella se ubicó el acceso para carruajes. Entre ambos patios se dispuso un salón decorado con pinturas a la grisaille, una técnica que utilizaba el sombreado monocromático para obtener, como en este caso, un convincente efecto de trampantojo.
Todos los ambientes fueron decorados por el veneciano Carlos Rosetti, que definió las yeserías y artesonados de los frisos y techos. Especial atención merece el comedor principal cubierto con una cúpula bastante apuntada. Una esbelta linterna resguarda un espacio que, según se cuenta, alojaba los músicos que bañaban con sus notas a los comensales ubicados debajo, en una larga mesa de roble para tan solo trece invitados. El ambiente tenía tres aparadores de roble oscuro, sofás tapizados en marroquín y hasta una alfombra de piel de oso auténtica. Los interiores se completaron con un pesado mobiliario adquirido en la casa Heymann de Hamburgo, marcado por el fuerte eclecticismo que dominaba el gusto finisecular. Se compraron jarrones japoneses, sillas tapizadas en peluche granate, yelmos de metal, esculturas venecianas, sillones dorados con esculturas y tapizados en Velour de Gênes, un curioso mueble en forma de “S”, dorado y tapizado en raso, con bordados hechos a mano.
La casa incluía un fumoir alhajado con divanes tapizados en género persa al hilo de oro, mesitas laqueadas estilo morisco, muebles tapizados en peluche salmón con cenefas de raso color rosa, espejos venecianos y el infaltable narguille.
El dormitorio principal tenía una cama de nogal con esculturas y una pintura de la virgen con el niño, de 1560. La sala, a modo de museo, alojaba las colecciones privadas de Santos, que incluían varias pinturas de Blanes, Jacobo Mantegazza, Paulo Veronese, Bartolomé Schedone y Aníbal Carracci. Se importaron bronces, espesos cortinajes de seda, papeles pintados con arabescos, alfombras de gusto orientalista, camas de jacarandá pulido con adornos Luis XIV y otros artículos de lujo, que fueron siempre denostados por la prensa de la época.
A pesar del derroche y el refinamiento que exhibía el palacete urbano apenas fue habitado por sus propietarios. Las obras se concluyeron en mayo de 1886 en medio de las revoluciones que pretendieron derrocar a Santos. El 17 de agosto de ese mismo año Santos se dirigía al Teatro Cibils a escuchar a la prima donna italiana Eva Tetrazzini en La Gioconda. Al bajar del carruaje el teniente Gregorio Ortiz le descerrajó un balazo en pleno rostro que lo desfiguró, destruyendo para siempre su egolatría. Enfermo de una afección cardíaca y ya perdido su antiguo poder sobre el pueblo, Santos dimitió en noviembre. El 28 de ese mismo mes las tropas lo despidieron en formación desde la Plaza Independencia hasta el puerto, y partió a Europa en el transatlántico Nord-América. Otro Máximo, Tajes, lo sucedió en el poder y luego lo traicionó.
En 1889 Santos decidió regresar al país pero su antes leal teniente general no le permitió desembarcar en Montevideo, condenándolo al destierro.
Un aneurisma de aorta le provocó la muerte en Buenos Aires cuando tenía 42 años. El palacio donde vivió Santos alberga desde 1955 las dependencias del Ministerio de Relaciones Exteriores y fue declarado Monumento Histórico Nacional en 1975.
1 El Quinto fue creado en 1875 y disuelto en 1886 por razones de “conveniencia pública”, es decir que coincide con el ascenso y caída de Santos (Fernández Saldaña, José María. Gobierno y época de Santos, Arca, Montevideo, 1940).
2 En 1888 Capurro proyectó la Cárcel Preventiva y Correcional de la calle Miguelete, apoyándose en una estructura panóptica característica de la época.
3 La Quinta de Santos se ubicó en la calle Instrucciones. La residencia era convencional pero el tratamiento del exterior representaba la más alta expresión del jardín pintoresco, a la manera italiana, realizado en nuestro país. Se incorporaron especies exóticas, invernáculo, una gruta y hasta un palacete de cuento de hadas, pabellones para animales y un foso para unos cachorros de pumas que le fueron obsequiados por el capitán del puerto, coronel Courtin. El diseño se inspiraba en la Quinta de Manuel de Rosas en Palermo, en la ciudad de Buenos Aires, donde actualmente se ubica el Zoológico Municipal. 4 Ha sido citada la relación con el Palacio Pandolfini construido por Rafael Sanzio en Florencia en 1530. Sanzio estableció una ordenación manierista de los elementos clásicos (columnas, frisos y frontones). El manierismo remite a un modo personal de resolver las relaciones entre las partes de un edificio, individual, rebuscado y hasta ciertamente pervertido en cuanto a armonías y equilibrios formales. Buscaba provocar una inestabilidad emocional en las personas mediante la desproporción, los efectos lumínicos extraños y los contrastes ópticos intensos, ocasionando sensaciones de irrealidad. Se originó en Venecia de la mano del arquitecto Andrea Palladio, pero el mayor exponente fue Miguel Ángel y la obra más representativa de este ferviente culto al genio creador fue la Biblioteca Mediceo Laurenziana de Florencia, realizada entre 1520 y 1530. Sala de juegos, boudoir y escritorio.
Ver además:
Barriola, Rey & Mendizabal. Tu Patrimonio. Montevideo: BMR, BROU, 2011.
Giuria, J. La arquitectura en el Uruguay, Tomo II. Montevideo: Imprenta Universal, 1955.
Loustau, César. Influencia de Italia en la Arquitectura Uruguaya. Montevideo: 1990.
Lucchini, A. Ideas y formas en la arquitectura nacional. Montevideo: Nuestra Tierra nº 6, 1969.