Tomado de: AA.VV. Rafael Lorente Escudero. Monografías Elarqa Nº 1. Montevideo: Editorial Dos Puntos, 1993.
Entre los años 1955 y 1957 Lorente Escudero proyecta cinco viviendas de uso temporal en el balneario Bella Vista, ubicado entre los balnearios Solís y Las Flores, distante unos 95 quilómetros de Montevideo. Los predios son predominantemente horizontales, de mil metros cuadrados cada uno y plantados con eucaliptos y pinos marítimos.
La carencia de recursos en la zona supone la utilización de una mano de obra local poco calificada y procedimientos constructivos simples basados en muros portantes de ladrillo de campo coloreado y techo con estructura de troncos de eucaliptos y cubiertas de quincha obtenida de los bañados cercanos.
La propuesta arquitectónica se resuelve en consonancia con la vida y con la naturaleza: formas simples, el acento puesto en la espacialidad interior, consecuencia de una rica vida de relación y concretada en espacios generosos de doble altura; también en los espacios intermedios amplios y cubiertos que amortiguan rigores estivales creando ámbitos protegidos calificados.
Un discurso arquitectónico caracterizado por su humildad y sabiduría utiliza conscientemente un mínimo de recursos generando un lenguaje maduro e intemporal, donde la espacialidad asume real protagonismo.
La proporción, el uso de colores ocres y terrosos, la incorporación de obras de arte, el agua de las fuentes que atrae la curiosidad de los pájaros, los cilindros de ladrillo de las chimeneas son algunos de sus notas salientes.
(...) Su propia vivienda concebida como simple cabaña con techo a dos aguas confeccionado en quincha, relacionándose libremente con estanque, forestación, jardinería y construcciones anexas, parece contraponerse a la más contenida concepción de la vivienda Chilabert, resuelta con volumetría enteriza, entramado portante visible y cubierta inclinada de una sola pendiente.
(…) es en el balneario Bellavista donde su ideario se expresa con mayor contundencia. Formas muy simples, “ranchos” le llamaba, techos de quincha orientados este-oeste para permitir su mejor asoleamiento y conservación, creación de espacios interiores de doble altura, utilización de materiales locales, troncos de eucalipto y ladrillo de campo coloreado a veces en tonos ocres y tierras, espacios sombreados de transición entre el interior y el exterior, incorporación de obras plásticas generando un diálogo activo entre arquitectura y arte constructivo, un acabado en brut anterior al lenguaje brutalista de los años sesenta mediante el cual lograba la mayor intensidad y atención en los aspectos esenciales de su propuesta, son algunas de las características más destacadas. Su obra se vincula, a la que en otras situaciones y escalas realizaban entonces, Mario Payssé y Ernesto Leborgne.
Tomado de: Lorente, Rafael. Lorente Escudero. Montevideo: Editorial agua;m, 2004.
(...) lleva adelante varias obras de vivienda de temporada en el balneario Bella Vista, entre ellas el proyecto y la obra de su vivienda propia. Es la circunstancia ideal para experimentar, para ir más allá con la soltura y el oficio que le permiten sus 50 años de edad y sus más de cincuenta obras construidas. El alejamiento geográfico de Montevideo concebido como “escenario de lucha” de la cultura arquitectónica y la “otredad” de la casa de temporada es también el lugar ideal para experimentar sin prejuicios, alejado y solo, un espacio para el reposo del cuerpo y el alma. Es la oportunidad de explorar otros territorios arquitectónicos, otros materiales, otras espacialidades, otras ambientaciones.
La arquitectura admite en estas circunstancias otra actitud, en este momento algo ocurre, es como si en la imagen de la fotografía Lorente volviera a distanciarse, se desalineara de sus colegas y una vez más mirara con algo de recelo; atiende y reflexiona, hay otros caminos, le cuesta optar o empieza a intuir que en realidad no hay por qué optar. Su casa y la vivienda Ruano, ambas de 1956, son en este sentido las obras más representativas de ese otro camino paralelo a los legitimados que transitaría en sus proyectos en la ciudad. En estas casas otro ambiente parece desplegarse dentro de plantas extremadamente simples. Se respira otra atmósfera, un clima en que arte y arquitectura no pueden distinguirse netamente, no se sabe dónde empieza una y termina la otra. Ya no se trata de arte aplicado a la arquitectura o arte mural, no es uno más otro, es la disolución de ambos en un nuevo espacio en el cual, aunque de difícil definición, se respira un espíritu nuevo, que marcaría sus primeras apariciones y que marcaría
la última obra de Lorente.