El edificio conmemora los 130 años de la fundación de la Universidad de Tokio. El sitio elegido sobre el límite entre el campus y el espacio público de la ciudad habla del diálogo entre la sociedad y la propia Universidad. El estrecho predio induce una estructura que se extiende por 100 metros, con tan solo 15 de ancho. El proyecto se concibe globalmente como una esclusa, un ámbito de transición. Un muro de hormigón corre todo a lo largo del edificio sobre uno de sus lados, mientras que en el otro el edificio se relaciona directamente con el campus. Este "muro del pensamiento" no solo no aísla el edificio, sino que tiene la intención de ofrecer un área libre en la cual los estudiantes puedan reunirse y vincularse con la vida universitaria.
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