Nació en 1941 en Osaka. Fue autodidácta.
Viajó estudiando arquitectura. Marcó la arquitectura japonesa de los años 80 y parte de los 90. En Japón es considerado un “maestro – estrella”, con su manejo silencioso de las formas modernas, su poética del muro y de los contrates de luz y sombra. Entre sus obras más destacadas se encuentra el templo del Agua, el Museo de los Niños de Himeji y el Museo de las Tumbas de Kumamoto.
Algunas de sus claves discursivas son: Combinación de elementos aparentemente contradictorios: “Es posible trasladar la esencia de la arquitectura japonesa a una arquitectura impregnada de una gran intensidad? Y a la inversa ¿se puede introducir delicadeza en un espacio construido con vigor sin que esto suponga un debilitamiento de su intensidad?” Tadao Ando Presencia y la materialidad: Se combinan con la sensación de suavidad al tacto o tratando “la plasticidad dinámica del hormigón con el mismo cuidado que merece el papel”.
Figuras: sus plantas refieren tanto a elementos geométricos puros –que recuerdan al movimiento moderno- como a figuras religiosas como el mandala o los Enso (dibujos monjes del budismo zen).
Relación con la naturaleza: Se da casi por oposición y experimentación: objetos enterrados que pugnan por emerger de la tierra y que en su lucha dramatizan el enfrentamiento entre arquitectura y naturaleza; inclusión y participación de los elementos viento, lluvia, sol (ver Casa Row y Museo de los niños) que connotan el vínculo particular que tienen las sociedades orientales con el medio ambiente.
Espacio: los interiores de mínimos elementos, e impregnados de vaciedad- recursos y conceptos también modernos-, buscan realzar la presencia del espectador no pasivo, sino actor en interacción con el espacio, cargándolo de carácter espiritual, a veces difícil de asimilar del otro lado del globo.
Y agrega: “Cuando se considera la situación contemporánea, se observa que el fenómeno de la universalización va gradualmente invadiendo el mundo entero. Es cierto que la universalización hace avanzar a la civilización, pero también la arrastra a su destrucción fundamental. La historia, la tradición y el clima – los elementos que materializan la arquitectura – son apartados a un lado para dejar paso a la monotonía y a la mediocridad y respaldadas por el racionalismo económico.
Yo valoro las raíces culturales y deseo desarrollarlas de forma creativa.
Aunque mi arquitectura se basa fundamentalmente en los métodos estructurales y las formas del movimiento moderno, concedo gran importancia a la localidad individual, al clima y a las condiciones propias de la estación, así como a la base histórica y cultural.
Quiero crear arquitectura a través de la interacción de todas estas circunstancias”.