Se trata de un jardín artificial de acero y cristal elaborado a través de capas de transparencias reales e implícitas trasladado a un interior.
El propio restaurante se oculta tras una multitud de láminas de acero que alude a la vegetación, estas láminas son las que recubren casi la totalidad del comedor principal en el interior. Antes de acceder al comedor, un estanque de agua se desliza por debajo de un enrejado a través del cual se vislumbran las sobras movedizas de la actividad en la cocina. La sensación es la de estar accediendo al territorio de la ficción, la de estar entrando en un cuento envuelto de sabor japonés, aunque a diferencia de la fábula del escritor japonés habitante de un búnker, aquí la vegetación, tanto artificial, conceptual, abstracta y natural invade al comensal por los cuatro costados.