El proyecto iniciado en la década del 30 fue impulsado directamente por el doge (duque) Andrea Gritti y se inscribe dentro de la misma lógica que dio nacimiento a la reordenación de la Piazza San Marco, que también contó con el trabajo del Sansovino.
La iglesia de los franciscanos debía cumplir, al menos, con un par de objetivos: por un lado erigirse en el mausoleo del doge y de su círculo más cercano; por otro, contribuir a la renovación urbana introduciendo novedad a la par que refirmando la tradición o sus mitologías. El organismo geométricamente controlado, proporcionado y de netas referencias al pasado clásico aporta la cuota de modernidad correspondiente a la arquitectura de la “manera romana”, y Sansovino procedía de Roma. Y por otro lado el edificio se levanta en el sitio donde San Marco, patrono de la ciudad, habría pernoctado -según la leyenda- a su regreso de Aquilea; y en este mismo lugar habría tenido la visión de una ciudad “magnífica” e “insuperable” con la que Venezia se identificaba. La novedad trae al presente el mito fundacional y sólo se proyecta al futuro en tanto pasado, este es el sentido de las operaciones de renovación urbana impulsadas por Gritti.
En uno de los predios vecinos se encuentra el Palazzo Gritti, edificado antes de su asunción como doge y difícilmente reconocible debajo de la austeridad de su tratamiento exterior. Entre los aspectos a conservar del mito veneziano está el de la República; y en plena crisis la ciudad promulga la ley contra el derroche y la ostentación privadas; las intervenciones edilicias particulares debían conservar una austeridad capaz de no poner en tela de juicio la jerarquía de lo colectivo y la vigencia del mito republicano, que siempre es -además- contestación a Roma. La austeridad exterior de la iglesia y de algunas capillas interiores es igualmente análoga.
R. Wittkower, presentó a la iglesia de la viña como pieza clave de su lectura del renacimiento; apoyándose en una carta del fraile Francesco Zorzi ( o Giorgi )-un religioso de cultura hermética con influencias de Llull y Ficino- en la que recomienda la adopción de determinadas proporciones y dimensiones en consonancia con las teorías de la armonía universal, Wittkower daba cabida a la seductora hipótesis de una primacía del conocimiento hermético sobre la praxis arquitectónica.
No obstante los alcances del razonamiento de Wittkower, las dimensiones y relaciones del documento pueden verificarse.
Memorándum escrito por Fra Francesco Giorgi. (fragmento):
“Para conducir la edificación de la Iglesia con las debidas y más consonantes proporciones que resulten posibles, yo procedería de la siguiente manera: querría que la anchura del cuerpo de la Iglesia fuese de IX pasos, que es el cuadrado del Ternario, número primo y divino, y que con la longitud de tal cuerpo, que será de XXVII, tenga la proporción triple, que resulta en un diapasón y un diapente...
Deseando, pues construir la Iglesia, hemos de reputar cosa necesaria y elegantísima seguir este orden, teniendo por maestro y autor al sumo arquitecto, Dios... A este cuerpo perfecto y completo le daremos cabeza, que es la capilla grande; en cuanto a su longitud, en la misma proporción de igualdad, o , en verdad, de simetría, que se halla en cada uno de los tres cuadrados del cuerpo, esto es IX pasos.
Considero aconsejable que sea de la misma anchura que el cuerpo, que no debe exceder (como hemos dicho) los XXVII de longitud. Pero que sea de VI pasos, como una cabeza unida sobre un cuerpo proporcionado y completo. Y hará proporción con la anchura de la Iglesia en una sesquatera (2 : 3), que da el diapente, una de las celebradas armonías...
Volviendo a la altura, alabo la que ha dicho M. Giacomo Sansovino en su modelo, que es LX pies, o XII pasos, en proporción sesquitercia con la anchura, que un diatesarón, armonía célebre y consonante...
Igualmente aprecio que los órdenes de las columnas y pilastras han de ser designados según las reglas del artificio dórico, el cual apruebo para esta fábrica por ser conveniente al Santo a quien está dedicado esta Iglesia... Falta por último hablar del frontón, que deseo no sea en modo alguno cuadrado, sino que corresponde a la fábrica interior, y que por él se pueda comprender la forma del edificio y sus proporciones. De modo que por dentro y por fuera toda sea proporcionada... ” (extraído de Peter Murray, Arquitectura del renacimiento)