La nave sirve en su totalidad para el almacenamiento automatizado de caramelos a base de hierbas. Contemplado desde el exterior, y a una cierta distancia, se manifiesta como una unidad, como algo que traduce directamente el uso al que se destina. Los paneles Eternit -de mayor tamaño en las partes altas del revestimiento- subrayan la diferencia de la zona superior, donde unas construcciones de madera en voladizo ponen de manifiesto la caja de perfiles metálicos galvanizados del interior. Este tipo de revestimiento permite referencias visuales a los apilamientos tradicionales de tableros de madera serrada –situados alrededor de las numerosas serrerías de la zona- así como a las canteras de piedra caliza entre las que se sitúa el edificio. Tanto las vigas de cimentación como los estratos de la construcción se dejan al descubierto, lo que permite observar el distinto revestimiento de las láminas metálicas galvanizadas del muelle de carga. La imagen de todos estos “montones de tablones” se confirma al aproximarse al edificio. Sobre el edificio de oficinas de Ricola existente, que no tenía capacidad para soportar más cargas, se intercaló un volumen de dos alturas destinado al almacenamiento y a la fabricación de dulces. La potente estructura de los perfiles laminados horizontales y verticales es la expresión visible de las tensiones actuales del edificio.
Las partes restantes -los paneles de láminas metálicas, los elementos estructurales secundarios y las ventanas- se disponen de forma que puedan ser ampliadas, retiradas o intercambiadas en cualquier momento, un principio estructural que recuerda al edificio de almacenamiento colindante.