Bilbao realizó una serie de operaciones urbanas y arquitectónicas para revitalizar sus áreas industriales obsoletas y liberarlas mejoradas a la especulación.
Fue en esta estrategia de marketing urbano se decide inscribir la construcción del Museo Guggenheim en la margen izquierda de la ría del Nervión.
Esta inversión fue solventada por las administraciones vascas y tenía como objetivo dotar a la ciudad de un icono, de una imagen mediatizable no contaminada por el terrorismo, que ayude a captar visitantes e inversiones. El solar está ubicado en una antigua zona de astilleros que mantenía separada la ría del tejido del ensanche. Para responder a las especiales condiciones de su entorno, el edificio se concibe como un racimo de cuerpos en torno a un patio acristalado, abriéndose a la ciudad por el suroeste donde se forma una nueva plaza pública.
EL EDIFICIO
Obra del arquitecto canadiense Frank Gehry, representa un magnífico ejemplo de la arquitectura vanguardista del siglo XX. Posee 24.000 m2 de superficie, de los cuales 11.000 están destinados a espacio expositivo.
El edificio representa un hito arquitectónico por su audaz configuración y su diseño innovador, conformando un seductor telón de fondo para el arte que en él se exhibe; crea una estructura escultórica y espectacular perfectamente integrada en la trama urbana de Bilbao y su entorno .
Éste es uno de los museos pertenecientes a la Fundación Solomon R. Guggenheim. Fue inaugurado el 18 de octubre de 1997 por el rey Juan Carlos I de España.
El edificio visto desde el río aparenta tener la forma de un barco rindiendo homenaje a la ciudad portuaria en la que se inscribe. Sus paneles brillantes se asemejan a las escamas de un pez recordándonos las influencias de formas orgánicas presentes en muchos de los trabajos de Gehry. Visto desde arriba, sin embargo, el edificio posee la forma de una flor. Para su diseño el equipo de Gehry utilizó intensamente simulaciones por ordenador de las estructuras necesarias para mantener el edificio, consiguiendo unas formas que hubieran sido imposibles de realizar unas pocas décadas antes.
EXTERIOR
El Museo está rodeado de atractivos paseos y plazas en una zona de reciente urbanización, superado su pasado industrial. La plaza y la entrada principal del Museo se encuentran enfilando la calle Iparragirre, una de las principales vías que cruza diagonalmente Bilbao, extendiendo el casco urbano hasta la puerta misma del Museo. Una vez en la plaza, el visitante accede al Vestíbulo descendiendo una amplia escalinata, un recurso infrecuente que, en este caso, resuelve con acierto la diferencia de cota entre la ría del Nervión, en cuya ribera se sitúa el Museo, y el nivel de la ciudad, haciendo factible una espectacular estructura que, sin embargo, no rebasa la altura de las construcciones circundantes. La parte más alta del edificio está coronada por un gran lucernario en forma de flor metálica que cubre el Atrio, uno de los rasgos más característicos del edificio.
El exterior del Museo, cuyo perímetro puede recorrerse íntegramente, presenta diferentes configuraciones desde las distintas perspectivas y sirve también para la exhibición artística, albergando piezas de creadores como Louise Bourgeois, Eduardo Chillida, Yves Klein, Jeff Koons o Fujiko Nakaya. La parcela en la que se sitúa el edificio está surcada en uno de sus extremos por el Puente de La Salve que, desde 2007, sirve de soporte a la intervención escultórica encargada por el Museo a Daniel Buren titulada Arcos rojos / Arku Gorriak. Bajo el puente discurre la sala 104, una enorme galería libre de columnas que alberga la instalación escultórica de Richard Serra La materia del tiempo, y que se topa en su extremo con una torre, un remate escultórico del diseño arquitectónico que abraza el colosal puente y lo integra, de forma eficaz, en el edificio.
INTERIOR
Una vez en el Vestíbulo, que sirve de distribuidor, el visitante accede al Atrio, auténtico corazón del Museo y uno de los rasgos distintivos del diseño arquitectónico de Frank Gehry. Se trata de un gran espacio diáfano de volúmenes curvos que conectan el interior y el exterior del edificio mediante grandes muros cortina de vidrio y un gran lucernario cenital. Los tres niveles del Museo se organizan en torno a este Atrio central y se conectan mediante pasarelas curvilíneas, ascensores de titanio y cristal, y torres de escaleras. El Atrio, que también funciona como espacio expositivo, sirve como eje que ordena las 20 galerías que alberga el Museo, algunas de aspecto más clásico y líneas ortogonales y otras de volumetrías más orgánicas e irregulares. El juego de volúmenes y perspectivas permite disponer de espacios interiores en los que, sin embargo, el visitante no se siente en absoluto desbordado. Esta diversidad de salas ha demostrado su enorme versatilidad en las manos expertas de comisarios y diseñadores, que han encontrado la atmósfera idónea, tanto para presentaciones de obras de gran formato y medios contemporáneos como en muestras de carácter más sosegado o íntimo.
Además del espacio dedicado a la exhibición artística y un edificio anexo de oficinas y administración, el Museo cuenta con una sala de orientación al visitante llamada Zero Espazioa, un Auditorio de 300 butacas, una Tienda-Librería, cafetería, un restaurante tipo Bistró y un restaurante gastronómico con una estrella Michelin.