El Centro Pompidou es considerado una de las obras más paradigmáticas, inspiradoras y problemáticas de París.
En 1971 el jurado presidido por Jean Prouvé otorgaba el primer premio del concurso internacional para el centro Beaubourg al estudio de Piano y Rogers. Dos años antes, en 1969, Georges Pompidou, sucesor del general De Gaulle al frente del gobierno, propuso la construcción de un centro de arte asociado a una biblioteca pública, y unos años más tarde, el programa tomaba forma definitiva incorporando un museo y un centro creativo bajo la idea de un edificio en perpetua evolución.
Un par de decisiones de partido parecen haber contribuido de forma decisiva al éxito del edificio: en primer lugar, la idea de generar una plaza abierta frente al edificio y en segundo lugar, la invención de una megaestructura completamente flexible y maleable.
La materialización del concepto de edificio polivalente y cambiante, tal como lo postulara Cedric Price en el Fun Palace de 1963, el Beaubourg está formado por la repetición de un sistema porticado construido en acero que sostiene unas planchas de 50 metros de ancho por 170 metros de largo. Colocando la estructura vertical y las servidumbres en fachada, se garantiza la completa flexibilidad de la planta junto a una imagen de usina que contrasta fuertemente con la arquitectura del centro de París.
Originariamente el edificio preveía una fachada-pantalla en la que se deberían anunciar las actividades del centro y las planchas de los entrepisos debieron ser móviles para adaptarse fielmente a los cambios de uso, cuestiones que los costos y las dificultades tecnológicas impidieron.
La resolución de la estructura y el diseño de las piezas –entre ellas las garbettes, las ménsulas de fachada- fueron obra de Peter Rice, ingeniero de la firma Ove Arup que acabó por convertirse en la consultora privilegiada de todo emprendimiento afiliado a la modernolatría.
Desde su inauguración en 1977 la explanada ha sido copada por artistas callejeros y público en general hasta convertirla en uno de los espacios más activos del París actual.
Refinería, usina o fábrica nunca dejan de ser metáforas del mundo de la producción que ahora son aplicadas al campo de la cultura. Reyner Banham proponía bajo el nombre de megaestructuras “una osatura constructiva en la cual pueden ser incluidas las unidades más pequeñas” y “que debe tener una duración de vida bien superior a la de las pequeñas unidades que da cabida” y el Pompidou reproduce el esquema.
El suceso público del Pompidou fue inmediato y el centro recibió un promedio de 25.000 visitantes diarios que pronto acusaron las dificultades inherentes a la deseada polivalencia. Con el transcurso de los años la flexibilidad fue perdiendo terreno, de hecho, en 1986 algunas de las salas polivalentes pasaron a ser permanentes. Entre 1992 y el 2000 fue colonizada la explanada con la construcción el atelier Brancusi y la planta baja, se incorporaron escaleras y ascensores interiores para la biblioteca, se consolidaron los pisos tres y cuatro para museo y el quinto para exposiciones, a la vez que fue suprimido el acceso masivo de público por las escaleras exteriores cuando la estructura verificó la fatiga acumulada, en suma: la flexibilidad soñada comenzó a osificarse día a día, y el sueño de un edificio cambiante dejó paso a una imagen destinada a perpetuarse.
El centro Beaubourg fue un intento de aprehender el arte experimental, o mejor, la cultura contemporánea, dentro de una institución y un edificio que debía ser tan cambiante y flexible como su contenido.
Un enorme simulacro –ha señalado Baudrillard- lanzado de forma espectacular que nunca dejó de ser respuesta política al mayo del 68 y, que en su historia, atestigua los límites de la utopía tanto como las lógicas del poder.