A pesar de la complejidad de sus detalles y de la particularidad de sus cimas y valles, la geología de los Alpes es bastante simple, aunque el dilatado tiempo y las sucesivas pulsiones de la tierra que se requirieron para llegar al estado actual están fuera de la comprensión humana.

En el comienzo una extensión de macizo rocoso de 500 km de ancho predominaba en este lugar. Sucesivos desplazamientos, más o menos ordenados en el tiempo, de capas de roca y la constante presión que iban acumulando unas sobre otras formaron una superficie ondulada. En algunos sitios la superficie se fracturo y el magma interior salió a través de volcanes. Esta secuencia de hechos geológicos se repitió hasta el último gran suceso que dio la forma final de los Alpes actuales y que data de tres millones de años atrás.

La actual configuración de las montañas es el resultado de las sucesivas glaciaciones, la última hace solo diez mil años. En la era de los glaciares casi toda Suiza se encontraba enterrada bajo hielo, de la que solo sobresalía alguna cima ocasional. Los glaciares formaron la actual configuración de la montaña mediante un lento e infatigable trabajo de esculpir la roca. La forma en «U» de la mayoría de los valles alpinos dan cuenta de la presencia del glaciar, mientras que numerosos lagos y numerosos ríos como el Rin o el Ródano que también nacieron de los glaciares y que arrastrando los depósitos de roca fueron moldeando las tierras bajas completan las cuencas excavadas por el hielo. A medida que el hielo fue desapareciendo y el clima mejoro, la tierra desnuda comenzó a poblarse de musgo, liquen, arbustos y árboles que más tarde dieron lugar a los bosques de coníferas (pinos, abetos, piceas). Luego brotaron los bosques de los Plateau o mesetas y valles alpinos, los alisos, sauces, robles, hayas, fresnos y sicomoros.