Corea del Sur

  • Capital: Seúl
  • Población: 0 habitantes
  • Superficie: 99.720,0 km2
  • Idiomas:
  • Moneda:

En esta edición del viaje visitaremos Corea del Sur, el representante en nuestro itinerario de los llamados “Tigres Asiáticos”. Este término es usado hace varias décadas para referirse a cuatro países: Corea del Sur, Singapur, Taiwán, Hong Kong (aunque estos dos son considerados por la República Popular de China como parte indivisa de su territorio). Sucede que durante las décadas de 1960 y 1970, estos países experimentaron un rápido crecimiento económico y un gran aumento de su poder adquisitivo. En el continente asiático, sólo Japón había logrado acceder antes a un estadio de desarrollo, dado su temprano proceso de industrialización en el último tercio del siglo XIX y su fuerte alianza con Estados Unidos luego de la derrota de la Segunda Guerra Mundial.

¿Ahora bien, de qué se trató su estrategia? La pisada económica de los Tigres se basó en una combinación de políticas keynesianas y políticas que podríamos catalogar de neoliberales. Dos enfoques que en las crispadas tertulias contemporáneas se plantean como contrapuestos. Pues bien, esta combinación incluyó inversión en infraestructura y educación, así como la promoción de exportaciones y la captación de inversiones extranjeras mediante incentivos fiscales y la creación de zonas económicas especiales.

Sin embargo, en 1997 y 1998 estos prometedores países, un aparente milagro económico del capitalismo, sufrieron un fuerte sacudón. Hablamos de la crisis financiera del sudeste asiático. Un efecto contagio que inició por Tailandia al anunciar su dificultad para cumplir con sus compromisos de deuda externa, aspecto que provocó que los inversores extranjeros comenzaron a retirar sus inversiones de otros países de la región, lo que agravó aún más las dificultades económicas y financieras. Se combinaron varios factores para que esto sucediese: sobre calificación de activos (dinero fácil), falta de regulación y tomas de riesgo desmesuradas por parte de bancos a la hora de prestar dinero; y también la toma de grandes cantidades de deuda externa en moneda extranjera, es decir en dólares. Esto los dejó vulnerables a cambios en los tipos de cambio y tasas de interés.

La cosa se puso seria cuando la crisis pegó en un Tigre aliado de Estados Unidos: Corea del Sur, todo un emblema de la ya terminada Guerra Fría, pero que aún tenía el respaldo económico y militar del Tío Sam ante la amenaza bélica de la Corea del Norte de Kim Jong-il y comercial de la ascendente China de Jiang Zemin. Tal es así que el mismo Bill Clinton tomó cartas en el asunto para participar en un salvamento.

El salvamento implicó que el FMI, junto con otros acreedores internacionales, como el Banco Mundial, proporcionó a Corea del Sur un paquete de ayuda financiera de aproximadamente 57 mil millones de dólares (más del doble del PBI de todo el Uruguay en aquel entonces). En contrapartida, Corea del Sur se comprometió a implementar una serie de medidas económicas y financieras para sanear su sistema bancario y estabilizar su economía. Estas medidas incluyeron la recapitalización de los bancos, la reducción de la deuda y el fortalecimiento de la regulación y supervisión bancaria.

A pesar de las dificultades, las medidas económicas tomadas y la ayuda financiera, permitieron a Corea del Sur recuperarse. En menos de dos años, la economía del país había comenzado a crecer de nuevo y la situación financiera se había estabilizado. El salvamento de Corea del Sur también ayudó a restaurar la confianza en la región y a evitar que la crisis se extendiera aún más. Y esto merece atención, dado que todos los Tigres Asiáticos parecían mirar el abismo por aquellos días.

El salvamento de Corea del Sur se considera como uno de los más exitosos realizado por el FMI, aunque abre el debate sobre qué sectores de la sociedad pagan las medidas de austeridad, si las élites financieras, o si las mayorías asalariadas y pequeños contribuyentes. Lo curioso, es que Occidente no supo ver cuál era la lección que debía aprenderse de cara a la burbuja financiera que explotó en Estados Unidos en 2008. Increíblemente, las calificadoras de riesgo que se negaron a rebajar las calificaciones de los bonos basura terminaron siendo el ingrediente más “riesgoso” del sistema financiero internacional. La película ya la habíamos visto, pero el mundo al oeste del meridiano de Greenwich se creyó, acaso, inmune al colapso.

Pablo Canén, 2023