Históricamente, Beijing fue una de las antiguas capitales de China y hoy es el centro político, económico, cultural y de comunicaciones del país, así como el de intercambios internacionales.
En Beijing se encuentra una concentración de magníficas construcciones de estilo clásico, que representan el apogeo de la arquitectura antigüa de China. A modo de ejemplo se destacan las murallas (interior y exterior) construidas en la dinastía Ming, de las cuales se conservan en la actualidad sus puertas y las torres más importantes, el Palacio Imperial (también conocido como Ciudad Prohibida), la Puerta Tiananmen, el Templo del Cielo o el Palacio de Verano.
Con más de 15 millones de habitantes en 16.800 km2, es actualmente una de las ciudades más pobladas del mundo, y se espera que continúe su crecimiento acelerado durante los próximos años.
Por un lado, el sistema de libre mercado demanda la apertura del país hacia el mundo mediante estrategias tanto económicas como publicitarias, para asegurar así la aceptación de China por el mundo y establecer las relaciones necesarias. Por otro, el Estado aparece como el principal y más relevante actor, tanto en la apertura económica como en la necesaria expansión urbana de la ciudad, definiendo de esta manera los lineamientos de la ciudad según las necesidades del país.
Los Juegos Olímpicos Beijing 2008 fueron un claro ejemplo. China deslumbró al mundo entero con la riqueza y tecnología de sus construcciones y espacios públicos, destinados a acoger a miles de personas, pero pagando por ello un alto precio. Esto se debe a que si bien estas estrategias de “publicidad urbana” funcionan en el ámbito internacional como imágenes del éxito local, estas se contraponen a las costumbres milenarias de sus habitantes.
“Unas avenidas increíblemente anchas y de múltiples carriles de circulación proporcionan a Pekín una retícula básica, vagamente cuadrangular, para un tejido urbano heterogéneo, conformado por cristalinos edificios de oficinas que se alzan entre mugrientos bloques de viviendas públicas de la era maoista. Los edificios singulares evitan tocarse unos con otros, diluyendo cualquier posible idea de rue corridor y manzana urbana que pudiera haber existido en un pasado urbano no muy remoto. En su lugar, una apretada red de estrechos callejones y tortuosas calles rellena los intersticios entre las edificaciones y proporciona acceso desde las arterias principales, configurando unos espacios informales y bulliciosos que contrastan con las amplias plazas de estilo clásico que, ocasionalmente, salpican una ciudad más extensa que todo Bélgica. Actualmente, la ciudad tiene más de 12,6 millones de habitantes y todavía sigue siendo el centro de poder de China… Y, una vez más está siendo destruida y reconstruida por su ultimo invasor: el capitalismo”.
(Revista 2G Nº10, 1999)