Montevideo

Población del departamento: 1.319.108

Superficie del departamento: 525 km2

Montevideo es la capital de la República Oriental del Uruguay y del departamento del mismo nombre. Se ubica al sur del país, limitando al norte y este con el de Canelones, al oeste con el departamento de San José, y al sur con el Río de la Plata.

La ciudad tiene una bahía que conforma un puerto natural que es el principal del país y de la región. Sus condiciones naturales, la infraestructura que se ha desarrollado en torno a él, así como su ubicación geo-política estratégica en el extremo de la hidrovía ParanaParaguay-Uruguay hacen del puerto un elemento clave para la actividad económica del Uruguay y lugar de pasaje de la mayoría de las cargas del Mercosur.

Desde el punto de vista de su geografía la ciudad se asienta sobre leves ondulaciones siendo su punto más alto el Cerro de Montevideo, que da origen a su nombre. Su condición de borde sobre el Río de la Plata le otorga más de 30 km. de costas y playas que es uno de los principales atributos de la capital. La Rambla de Montevideo es un verdadero balcón, paseo con diversidad de paisajes naturales y antropizados, y vistas panorámicas al mar y al skyline de la ciudad. Otro elemento caracterizador de la ciudad es la cantidad de espacios verdes, parques, plazas y arbolado público de gran calidad.

Montevideo también cuenta con actividades culturales diversas, museos, salas de exposiciones, teatros, cines, entre otros ofrecen una amplia variedad de posibilidades.

SAN FELIPE Y SANTIAGO DE MONTEVIDEO

Montevideo inicia su proceso fundacional en 1724, aproximadamente con dos siglos de diferencia de la mayoría de las principales ciudades latinoamericanas. Surge por razones de defensa del imperio español en una zona de permanentes litigios con el portugués que ya se había instalado en Colonia del Sacramento, frente a Buenos Aires, en 1680.

Si bien Montevideo presenta, por sus características propias, calidades singulares como puerto natural, el modelo indiano aplicado en este caso permanece indiferente a esa realidad. Frente a esta situación normativa, y contradiciéndola, el centro poblado mantuvo a lo largo de su historia una estrecha relación con el puerto, acentuada por la creación, a partir de una orden real, del Apostadero Naval con jurisdicción en el Atlántico Sur hacia 1776 y consolidada años más tarde por la propia política borbónica.

En la península los españoles implantan el llamado Fuerte Grande y un trazado de seis manzanas en la zona noroeste, a cubierto de las inclemencias climáticas y próximas a la bahía. La ampliación a 32 manzanas confirma el damero original orientado a medios rumbos sin mayores limitaciones espaciales.

En esta primera etapa Montevideo sólo cuenta con 267 habitantes, el establecimiento del primer Cabildo, fecha de fundación jurídica de la ciudad y culminación del ciclo fundacional, no modifica sustancialmente sus precarias características.

El tejido inicial, sumamente abierto, con una ocupación del suelo desordenada y dispersa, se consolida a partir de la predominancia de los elementos primarios. En primera instancia las obras defensivas, la ciudadela y las murallas, que comienzan a construirse en la década del ‘40, delimitan definitivamente la península y llegan a distinguir la ciudad de tal forma que puede denominarse como una “ciudad fortaleza”.

Años más tarde los poderes religioso y administrativo proponen un juego dialéctico con el sistema defensivo, la iglesia de la Inmaculada Concepción y el Cabildo y Reales Cárceles se constituyen de esta forma en elementos de referencia de toda la ciudad.

Una vez constreñido por las murallas, el centro poblado comienza a densificarse rápidamente. Del simple toldado al rancho, más tarde a la vivienda de cubierta inclinada con una mayor ocupación del suelo en forma de U o L y se llega, finalmente,  al tipo de vivienda patio con techo de azotea de nítida influencia canaria. Este tipo comienza a predominar a fines del siglo XVIII e inicia una recalificación del tejido con un intensivo uso del suelo, un modo de vida introvertido y una definición de la calle corredor hasta ese momento considerada solamente un espacio residual. A comienzos del siglo XIX las primeras reglamentaciones del Cabildo referidas a la edificación, en cuanto al mantenimiento de la línea de fachada, y establecimiento de servidumbres contribuyen a esta nueva forma de la ciudad.

La ciudad republicana

El decreto de la Honorable Asamblea General Constituyente y Legislativa de 1829 que ordena la demolición de las fortificaciones de Montevideo presenta una clara componente simbólica pero, al mismo tiempo, contempla por un lado, el importante proceso densificatorio de la limitada ciudad colonial y por otro el imperioso requerimiento de obtener fondos por parte del naciente Estado Oriental.

Por lo tanto, se le encomienda al responsable de la demolición de las murallas, el Sargento Mayor José María Reyes la delineación de la Ciudad Nueva, tal la denominación del trazado de unas 160 manzanas ubicadas en el ejido y directamente anexadas al núcleo colonial.[1]

El sargento Reyes adopta en su trazado definitivo de 1836, un damero similar al de la Ciudad Vieja pero despojado de las condiciones higiénicas indianas y de su orientación a medios rumbos. Dicho damero, que en el caso indiano traslucirá un orden jerárquico, político y social, sirve a partir de esta iniciativa para obtener el máximo aprovechamiento del suelo.

A la Ciudad Nueva de Reyes se le suman en los años sucesivos una serie de núcleos urbanos próximos. Si bien su poblamiento efectivo se realiza años después, la instalación de dichos centros provoca por vez primera una transformación en el proceso de crecimiento, combinando diversas modalidades. La anexión del trazado de la Ciudad Nueva podría inducir, en primera instancia, un crecimiento del tipo continuo aunque en realidad durante varios años se redujo a un crecimiento lineal a lo largo de la principal vía de circulación. Complementa este proceso un tipo de crecimiento polar en las implantaciones espontáneas próximas (Cordón y Aguada) y en los asentamientos periféricos (Villa Cosmópolis, Pueblo Victoria, etc.) que se comunican entre sí y con la ciudad a través de las numerosas trazas coloniales.

Análogamente a las ciudades europeas, con sus sucesivas barreras defensivas que provocan incrementos en la densificación, Montevideo, aunque no va a contar con cinturones fortificados importantes, sí lo hará con límites físicos y legales que lo regulan.

La primera barrera significativa, luego de la demolición de las murallas coloniales es la línea de trincheras del Montevideo sitiado (1843-51) en el transcurso de la Guerra Grande.([2]1)

El gobierno de la defensa ocupa un territorio que coincide aproximadamente con el de la Ciudad Nueva. Esta ciudad recibe un gran flujo inmigratorio de importante repercusión ideológica, que pasa a superar los 30.000 habitantes de los cuales solo el 37% son nativos.

Es importante analizar, complementariamente, el llamado campo sitiador. Se llega a efectivizar en los distintos núcleos que conforman la línea del sitio las actividades propias de una ciudad: el puerto en el Buceo; Villa Restauración, sede del poder ejecutivo y centro residencial; el Cerrito de la Victoria, campamento militar; y las chacras del Miguelete como ámbito del poder legislativo y sustento económico. La atipicidad de esta situación incide directamente en el desarrollo de la ciudad una vez declarada la paz de octubre de 1851 e incorporados estos asentamientos a la estructura urbana. Este fenómeno, sumado a la desaparición de las murallas coloniales, modifica sustancialmente tanto el carácter como la imagen urbana. La ciudad fortaleza deja paso a una ciudad abierta, no con reducidos monumentos de importante carga significativa sino con múltiples puntos de referencia y con un sector residencial que mantiene la lógica asociativa de los últimos años de dominación extranjera y que dará lugar a la incipiente ciudad liberal.

La ciudad liberal

El atenuado desarrollo registrado en Montevideo en la temprana República adquiere una manifiesta aceleración con posterioridad  a la traumática experiencia de la Guerra Grande y en especial a partir del último tercio del siglo XIX. Varios factores influyeron para ello: el elevado crecimiento vegetativo de la población, la importancia de las migraciones internas y el sostenido flujo inmigratorio. La citada confluencia  provoca una explosión demográfica que conduce a que en poco más de 50 años la población se multiplique por más de nueve.([3]2)

Saturada a fines del XIX la capacidad del área central la mancha urbana sufre una rápida extensión, en un comienzo siguiendo las antiguas trazas viarias que conectaban el casco originario con los poblados cercanos y ocupando luego, en forma paulatina, los vacíos intersticiales en un desarrollo que determina la estructura básica de la futura ciudad.

En menos de 60 años el stock construido de Montevideo se multiplica casi por siete ([4]3) y se acrecienta considerablemente su territorio urbanizado, de las 330 hectáreas que conformaban el área central a mediados del siglo XIX Montevideo pasa a ocupar, seis décadas después, una superficie inscripta en un sector de círculo de radio superior a los 10 Km.

La incidencia de la iniciativa privada resulta de fundamental significación en la concreción de todo este proceso, cuanto puede ser los campos de actuación de mayor trascendencia, la instalación de servicios de transporte colectivo, la localización industrial en la periferia, la promoción de operaciones urbanísticas de apreciable entidad y fundamentalmente la multiplicidad de loteamientos efectuados por las distintas compañías inmobiliarias.([5]4)

La estructura urbana mantiene la manzana como sostén del desarrollo, mas la cuadrícula se deshistoriza. Si alguna vez la tuvo ha perdido tempranamente toda posible carga semántica e ideológica para ser percibida y empleada como recurso técnico urbanístico de un ordenamiento lógico y una casi mecánica aplicabilidad.

Existen, a su vez, ciertas iniciativas del gobierno para controlar la situación como la delineación del trazado de circunvalación Gral. Artigas (1878) y la retícula incluida en él que dio lugar a la llamada Ciudad Novísima; o por otra parte una serie de medidas de localización industrial y fijación de alturas a la edificación del área central.

El tejido residencial refleja el explosivo crecimiento acentuando, además, las diferencias sociales. Los sectores adinerados ocupan mansiones a menudo desarrolladas en más de un nivel entre medianeras en las áreas centrales o en casas quinta edificadas en amplios predios enjardinados en la zona del Prado.

En el extremo opuesto de la escala social las alternativas posibles eran el caserío precario del suburbio, el alquiler de piezas en casas de familia o el alojamiento en alguno de los conventillos del área central. Entre estas dos situaciones se mantiene  la casa de patios respetando la alineación frontal, la casa-galería con retiro frontal y adosada a uno de los laterales del predio, o la diversidad de oferta de apartamentos que comienzan a generalizarse en esta época.

Iniciativas de control urbano

El acelerado crecimiento de Montevideo indujo a sentir como imperiosa, a fines del XIX y principios del XX, la necesidad de reordenar la estructura urbana.

El embellecimiento de la ciudad. En primera instancia, se presentan una serie de planteos y planes que promueven un embellecimiento global de la ciudad, e impulsan ciertas operaciones que superpuestas a la realidad le otorguen otra escala y jerarquía.

El “Proyecto de transformación y embellecimiento de la ciudad de Montevideo” presentado al Gobierno Municipal por el Arquitecto André en 1891 es un primer paso para proponer una visión general de la ciudad que manifiesta un especial énfasis en los aspectos paisajísticos pero que, al mismo tiempo, considera la estructura vial, las futuras expansiones y las relaciones de la trama urbana con las características geomorfológicas.

Lineamientos que son retomados con un mayor desarrollo en cuanto a las posturas higienistas en el Plan Regulador de 1912 ([6]5) que plantea claramente la idea de una supertrama superpuesta de arterias y bulevares enjardinados, creación de nuevos parques y ampliación de los existentes que confirma  una tendencia que años antes se inicia con la incorporación del Prado Oriental como espacio de esparcimiento público (1873), o a principios de siglo con la inauguración del Parque Urbano y más tarde del Parque Central.

A partir de 1928, el denominado Plan Fabini que era en esencia un plan de inversiones de la autoridad municipal, lleva a la práctica algunas de las ideas planteadas anteriormente, construye y conecta las avenidas costeras (Rambla Sur) prolonga y ensancha calles y avenidas (las hoy denominadas Av. del Libertador y calle Fernández Crespo).

El urbanismo moderno. El pensamiento urbano derivado de las ideas renovadoras gestadas en Europa desde principios del siglo XX tuvo su temprana traducción en nuestro medio en el “Anteproyecto de Plan Regulador de extensión y regional” que fuera ofrecido a las autoridades municipales en 1930. En él se observan, distintos elementos ya manejados y más tarde desarrollados en el ámbito internacional, la jerarquización y clasificación del sistema circulatorio, la alta densificación, la especialización funcional sumada al radical planteo del traslado del centro de la ciudad al baricentro territorial de una urbe que debería contener tres millones de habitantes.

Como una trascendencia efectiva de este plan las autoridades municipales, crean para su análisis y elaboración la Oficina del Plan Regulador (1939). Esta Oficina estructura hacia mediados de la década del 50 el Plan Director para la ciudad. Plan que retoma al igual que el anterior influencias ciamísticas, pero que incorpora pensamientos que en cierto sentido cuestionan y reformulan al propio CIAM (Congreso Internacional de Arquitectura Moderna), tal es la caso de la incorporación de la dimensión tiempo en la planificación. En este caso se pasa a un tipo de intervención que tiende a ordenar las ciudades en forma parcial, progresiva y flexible. Al igual que las respuestas urbanas anteriores, contradictorias y complementarias, el plan ignora las calidades ambientales existentes de una realidad urbana conformada en base a unidades ambientales con una fuerte caracterización morfológica, los barrios, y propone la superposición de una red de sucesivas subdivisiones, de una manera quasi escolástica, de zonas, sectores, distritos y unidades vecinales. La manzana tradicional se transforma en una unidad de habitación (Buceo, Malvín Norte, Cerro) que generaliza una célula territorial donde se implantan bloques ubicados de acuerdo a ejes heliotérmicos. El modelo de la reconstrucción europea es trasladado a nuestro medio sin miramientos afectando la trama urbana consolidada y desarticulando las características morfológicas de la periferia.

La crisis de la ciudad

Montevideo presenta un extenso tejido urbano y hacia 1930 cuenta con una población estimada en poco más de 650.000 habitantes. Veinte años después comienza un proceso recalificador causado directa o indirectamente por la aplicación de una serie de leyes u ordenanzas. En primera instancia la Ley de Propiedad Horizontal en 1946 tuvo como objetivo ampliar la posibilidad de acceso efectivo a la propiedad pero en realidad incrementa la especulación inmobiliaria y la radical sustitución tipológica en las áreas centrales y costeras próximas (Centro y Pocitos).

Por otra parte, la Ley de Centros Poblados que regula las características de la fundación de asentamientos influye directamente en la prohibición de nuevos amanzanamientos en el departamento de Montevideo.

Por último, la Ley Nacional de Viviendas (1968) trae aparejadas importantes mejoras en la política de vivienda, reformula la organización institucional y retoma experiencias de ejecución de obras por parte de las intendencias y de otros organismos públicos, pero es seriamente alterada durante el período autoritario (1973-85) al modificar su carácter y el tipo de soluciones arquitectónicas adoptadas.

La población asciende hacia 1963 a 1.160.000 habitantes y aparecen como en el resto del  llamado por entonces tercer mundo, sectores marginales ocupando los distintos intersticios dejados por la ciudad legal. Complementariamente a partir de la prohibición de amanzanamientos de 1954 surgen más allá de los límites administrativos del departamento una serie de fraccionamientos, originalmente previstos como balnearios, que sufren en el período intercensal 1963-1975 el mayor crecimiento demográfico con incrementos que superan el 400%.

Desde la década del '60, a causa de la baja natalidad y de la fuerte migración, la población crece a ritmo muy lento, ([7]6) y si bien su área metropolitana aumenta más dinámicamente su peso relativo en el total de la población es muy reducido.

Por último, durante la dictadura militar, la ciudad ve afectada seriamente su calidad de vida. Sustituciones tipológicas descontroladas, producto entre otras cosas como se dijo de la alteración de la ley nacional de vivienda, con edificaciones en altura entre medianeras de cuestionable calidad arquitectónica que se generalizan en toda la extensión del medio urbano. En un creciente marco de degradación ambiental se inscribe la depredación sistemática de los principales parques de la ciudad y la desafectación de Monumentos Históricos Nacionales que produjo la demolición de distintas obras arquitectónicas relevantes.

Complementariamente se produce una importante segregación espacial, a partir de la liberación de alquileres y de la construcción de super-conjuntos habitacionales (conjuntos Euskalerría, América, etc.), donde la ciudad pierde el factor de interrelación social logrado en el barrio tradicional.

El plan particular y parcial

En los años siguientes este proceso se pretendió revertir, con una mayor conciencia urbana donde se aprecia la necesidad de un tratamiento particularizado de las distintas áreas que conforman la ciudad, la promoción de la rehabilitación como propuesta viable y deseable y el control de la nueva arquitectura.

La creación de la Comisión Especial Permanente de la Ciudad Vieja en la órbita municipal, hacia 1982, fue paradojalmente en una ciudad autoritaria, la respuesta oficial a los planteamientos y propuestas profesionales frente a la creciente degradación ambiental. Este primer proceso es en el presente ampliado a otros ámbitos similares que por sus características espaciales requieren un control y planificación específicos, tales son los  casos de Pocitos Viejo, Carrasco y Punta Gorda, el Prado.

Es interesante observar como en los años 90 se ha tratado de restablecer un cierto equilibrio entre los planes parciales y los globales. Por un lado la administración municipal impulsó una importante descentralización con la creación de los concejos zonales a los que se les transfirió gran parte de las tareas de contralor de cada uno de los sectores. Al mismo tiempo la Unidad Central de Planificación llevó adelante el Plan Estratégico que pretendió, en primera instancia, encauzar una visión global complementaria.

A la expansión de la mancha urbana, que no acompaña un crecimiento demográfico acorde, se suman voluntades de desplazar el centro de la ciudad a la zona costera, como el World Trade Center en el Buceo o las alternativas a las áreas de consumo como puede ser la proliferación de los llamados shopping centers. El poder público intentó tímidamente revertir estos procesos con acondicionamientos de ciertos ámbitos céntricos -el Paseo Yí, las peatonales Bacacay y Sarandí o la plazas Fabini y Cagancha por ejemplo- o con planeadas intervenciones globales en el Centro o La Aguada que no tuvieron una trascendente concreción.

Este juego dialéctico global / particular se convalida al final de la década con la aprobación del Plan de Ordenamiento Territorial, el llamado Plan Montevideo, en 1998. Llevado adelante por la Facultad de Arquitectura, Universidad de la República y ajustado y sistematizado por los profesionales municipales este plan marcó un cambio conceptual importante. Se dejó de lado definitivamente el Plan Director y sus sucesivas modificaciones y al mismo tiempo se consideró la ciudad globalmente, partiendo de lo existente. Quizá su excesivo apego a la realidad y la notoria  falta de una idea de ciudad dominante pueden ser sus principales carencias.

Diversos instrumentos aprobados en el plan comienzan a ser desarrollados - Planes Especiales, Programas de Actuación Urbanística, Proyectos Especiales y la consideración de  posibles áreas de promoción - contemplando las particularidades de los distintos sectores de la ciudad y la posible participación de los habitantes a emitir su opinión en las distintas consultas públicas.

A diferencia de la realidad de la mayoría de las principales ciudades de la región, con un crecimiento poblacional reducido y un parque construido de indudable valor, Montevideo posee todos los elementos para un racional desarrollo. A pesar de ello parece no encontrar su identidad, una idea urbana clara sobre su futuro, que no se remita a atender o rechazar posibles empujes especulativos.

[1]Referencia global: ARANA, Mariano, GARCIA MIRANDA, Ruben. “Montevideo, continuitá e cambiamento. Aspetti atipici nel contesto latinoamericano“.

Revista Storia Urbana Nº 54.p. 123. Milán. 1991.

[1]1 El conflicto bélico (1839-51) enfrenta a las tropas comandadas por los Generales Oribe y Rivera, primeros presidentes de la República, confronta al mismo tiempo dos visiones de la realidad política económica y cultural y cuenta con importantes apoyos extranjeros: argentino para el ejército sitiador, francés, inglés y brasileño para el sitiado.

[1]2 En 1852 se contabilizan 39.994 habitantes y en 1908 309.231.

[1]3 En 1852 son inventariadas 6.219 edificaciones en tanto que en 1911 se detectan 42.800.

[1]4 Para ilustrar este proceso es pertinente observar como entre 1868 y 1915 se lotea y subasta un mínimo de 2.250 hectáreas que se incorporan como áreas exteriores a la ciudad.

[1]5 Plan directamente derivado de la convocatoria que el Estado propuso para el ”Concurso Internacional de Proyectos para el Trazado general de Avenidas y ubicación de Edificios Públicos en la ciudad de Montevideo”,1911.

[1]6 En 1975 cuenta con 1.177.000 habitantes y en 1985 con 1.248.000 habitantes.