La expansión y el prestigio de Génova en el Mediterráneo se debieron a la potencia de su flota, que a partir del S. XI demostró su capacidad para desem barazarse de la presencia musulmana. En el año 1104 la flota genovesa contaba ya con 70 navíos, construidos en sus propios astilleros, que constituían una te mible máquina de guerra a la que recurrieron en distintas ocasiones las poten cias extranjeras (España, los Estados Pontificios, Francia).
Las cruzadas brindaron a los genoveses la ocasión de establecer relaciones comerciales con las ciudades del Mediterráneo oriental. Una vez asegurada la independencia de la ciudad, que se convirtió en la República de San Jorge (1100), marinos, comerciantes, financieros y banqueros unieron sus esfuerzos para establecer la hegemonía marítima de Génova. Aliada inicialmente con Pisa en la guerra contra los musulmanes (s. XI), Génova entró en conflicto con la ciudad de Toscana por la posesión de Córcega (s. XIII) y, más tarde con Venecia (S. XIV) a la que disputó durante mucho tiempo el monopolio comercial en el Mediterráneo. El imperio colonial genovés se extendió hasta el Mar Negro.
En el siglo XIV, los marinos genoveses distribuían las mercancías preciosas procedentes de Oriente. Y poseían el monopolio del alumbre que se utilizaba para fijar los tintes. En tierra, aparecen las primeras “sociedades comanditarias”; en 1408 se crea el “Banco di San Giorgio”, reunión de bancos acreedores del Es tado que gestionan las finanzas y administran los despachos comerciales; en el seno del Banco los mercaderes se transforman en banqueros que utilizan ins trumentos de cambio moderno -letras, cheques y seguros- para incrementar sus beneficios. Sin embargo, las luchas intestinas entre las grandes familias geno vesas impulsarán a la ciudad a elegir un dux vitalicio (a partir de 1339) y, sobre todo a partir del siglo XV, a buscar la protección de gobiernos extranjeros.
En 1528 la ciudad recibe del gran almirante Andrea Doria (1466 - 1560) una constitución aristocrática que le convierte en una “Repubblica Mercanti”.
Andrea Doria fue una de las figuras más gloriosas de Génova, fiel reflejo de su espíritu emprendedor y de su independencia. En 1528 indignado por las in justicias de que había sido objeto por parte del Rey de Francia, se puso al ser vicio de Carlos V, quien le colmó de honores y estableció en Génova el puerto mediterráneo de los Hasburgo. Después de su muerte, por la competencia de los puertos del Atlántico comienza el declive del puerto que Luis XIV mandó destruir en 1684. En 1768, por el tratado de Versalles, Génova cedió la isla de Córcega a Francia. Bajo el impulso de Giuseppe Mazzini, la ciudad fue en 1848 uno de los centros más activos del Risorgimento.
Las Bellas Artes en Génova En los Siglos XVI y XVII el declive comercial de la ciudad coincide con una intensa actividad artística que se manifiesta en la construcción de numeroso pa lacios e iglesias y en la llegada de pintores extranjeros, principalmente flamencos.
El arquitecto Alessi (1512-1572) iguala en sus mejores momentos a Sansovino y Palladio por la nobleza de sus construcciones y las ingeniosas soluciones que imagina para integrar sus monumentos en el entorno urbano. La ciudad pasó por sucesiva fases de expansión dentro de sus murallas, pero fue sobre todo en el siglo XIX que por sus proporciones pasó a englobar un primer grupo de munici pios limítrofes. Este proceso alcanzó su cúspide en las tres primeras décadas del siglo XX dando origen a un auténtico conglomerado urbano. Al estar flanqueada la ciudad por la costa por una lado y por las colinas por el otro, se han visto en la necesidad de construir en las zonas más insólitas de las colinas.