Nápoles se construyó a unos kilómetros de una ciudad existente, Partenope o «Palepolis» (ciudad vieja). Los colonos griegos la bautizaron como Nea Polis, la ciudad nueva. Más tarde el término en napolitano pasó a pronunciarse Napule y en italiano, Napoli.
La historia de la ciudad empieza con los griegos de Eubea, que a comienzos del siglo VIII a.C fundaron la ciudad de Cumas, que fue probablemente la primera colonia griega de Occidente. En el siglo VII A.C, los colonos de Cumas fundaron la ciudad de Partenope en la colina de Pizzofalcone. El siglo XVI fue uno de los periodos más prósperos de la historia napolitana. Los virreyes españoles, que gobernaron el reino en nombre de Fernando de Aragón, Carlos I y posteriormente Felipe II, restablecieron el orden entre la nobleza local.
Durante los Siglos XVIII y XIX como capital del Reino de las Dos Sicilias, bajo la dinastía Borbón, se realizan la mayoría de los palacios y museos de la ciudad la cual pasó a ser uno de los polos culturales y de desarrollo industrial más importantes de Europa.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Nápoles se convierte en una gran aglomeración que desborda ampliamente su antiguo perímetro histórico. En la ciudad antigua, típicamente mediterránea, se codean las oficinas de grandes compañías nacionales e internacionales, las sedes administrativas y una población pobre entregada a la artesanía tradicional y a la economía sumergida.
El 23 de noviembre de 1980 ocurrió un terremoto que provocó profundas trasformaciones: la ciudad comenzó a extenderse desde entonces hacia el sur, hacia el este, en la comarca de Nola y en el cinturón de pueblos al pie del Vesubio, y hacia el norte, hasta Caserta y a lo largo de la costa. Desde 1994, cuando fue sede de la cumbre del G-8, Nápoles emprendió una política de reestructuración que ha cambiado profundamente el perfil de la ciudad.