Atenas está ubicada en el extremo oriental del Ática, en el centro de una depresión; rodeada al norte y al este por montañas como el Parnitha, el Himeto y el Pentélico, se encuentra delimitada al sur oeste por El Pireo, así como por las islas del Golfo Sarónico. El glorioso pasado de la capital griega la sitúa a la altura de Roma y Jerusalén. Atenas es una curiosa mezcla de Oriente y Occidente; sus roncos vendedores callejeros y sus pintorescos mercados son una reminiscencia de los bazares turcos, mientras que las desmoronadas mansiones neoclásicas del breve período de apogeo de la ciudad le han valido el sobrenombre de “París del Mediterráneo”. Atenas probablemente sea la capital de Europa que más cambios ha experimentado durante los últimos años. Aquí la antigüedad se encuentra con el futuro y los monumentos antiguos forman un decorado clásico para una Atenas nueva, y son justamente estos grandes contrastes los que hacen que explorar la ciudad sea tan emocionante. De todas maneras, las fracturas que la sociedad griega sufrió en los sucesivos dominios dejan un paisaje de fragmentos culturales y sociales, que plantea cuestiones de identidad a la hora de intervenir las ciudades. Como en otras naciones que no alcanzan actualmente el auge de civilizaciones que poblaron su territorio y fundaron sus ciudades, el peso de la historia de los griegos antiguos plantea un desafío grande para su sociedad contemporánea y su producción artística y arquitectónica. Más allá de los inmortales mármoles de la Acrópolis, el visitante de la capital griega podrá admirarse ante el sinfín de posibilidades que ofrece esta ciudad.
La antigua Atenas fue una de las ciudadesestado dominantes de Grecia durante buena parte del primer milenio a. C. Aproximadamente entre los años 500 a. C. y 323 d. C. fue uno de los mayores centros culturales e intelectuales del mundo, y originó muchas de las ideas, logros y prácticas de la civilización occidental, entre ellos el concepto de democracia. La derrota frente a Esparta en el año 431 a. C., el auge de Macedonia en la posterior época helenística y finalmente la conquista romana fueron restando poder y prestigio a Atenas. El fin de la era clásica se sitúa en el año 529, con el cierre de las escuelas de filosofía.
Durante el imperio bizantino Atenas entró en decadencia, mientras el centro de poder bizantino en el territorio de Grecia se trasladaba a Mistra. Entre los siglos XIII y XV la ciudad cambió de manos varias veces, entre los griegos (bizantinos) y los caballeros franceses e italianos del Imperio Latino, que llegaron a establecer un ducado en Atenas; aragoneses y sicilianos también ocuparon la ciudad en diversos momentos, y el Ducado de Atenas, incluidos al de Neopatria, pasaron al poder aragonés. Finalmente, en 1456 fue conquistada por el Imperio otomano.
En los siguientes siglos la población declinó considerablemente, quedando reducida a 4.000 habitantes en su peor momento. Atenas sufrió un ataque veneciano en 1687, en el curso del cual el bombardeo veneciano del general Morono fue responsable de la explosión de un polvorín turco que arruinó el Partenón, y una respuesta turca al año siguiente. Tras la Guerra de la Independencia Griega (1821-1829) Atenas pasó a formar parte del nuevo Estado griego, y fue nombrada capital de Grecia el 18 de septiembre de 1834.
Fuente: Guía 2015