“Unas soluciones técnicas absolutamente innovadoras en su momento, han permitido que el edificio (…) conserve hoy día toda su vitalidad. El novedoso uso del vidrio como instrumento de control climático y como verdadero elemento resistente, y un concepto estructural singular, se conjugan para mantener el elevado grado de abstracción del proyecto: un prisma ingrávido y evanescente, que va cambiando a lo largo del día.” La segunda piel del edificio Castelar es un caso insólito en la historia de la construcción, ya que utiliza el cristal como material estructural.
Conocido por su magnífico sistema estructural en una pequeña base, la Torre Castelar es uno de los edificios más singulares del Paseo de la Castellana de Madrid. El edificio fue un hallazgo tecnológico y arquitectónico en el momento de su construcción y hoy en día sigue siendo imagen de vanguardia en la capital de España.
El edificio se gestó como un gran volumen prismático de vidrio que levita sobre una plataforma. Sus 17 pisos se sujetan a un núcleo de hormigón que no se encuentra en el centro del edificio, de forma que el 50% de su área queda suspendida en el aire, sujeto por cables de acero, a modo de espina dorsal, que hacen de tirantes. Su fachada, realizada como una doble piel de vidrio que solo deja pasar la luz fría, haciendo que sea muy luminoso, y sirva como colchón climático.
Entre 2010 y 2011 fue reformado bajo la dirección de su hijo Rafael de La-Hoz Castanys. Los trabajos de reforma consistieron en la demolición de todos los elementos internos del edificio junto con la sustitución del vidrio de la fachada por uno que sea transparente desde el interior, respetando el diseño anterior.