El palacio, como símbolo de poder, crea extraordinarias obras de arte: en los cuatro siglos de dominación, (1328 – 1707) la familia Gonzaga transformó Mantua en una ciudad-corte con un «palacio real» integrando varios edificios con más de 500 ambientes fastuosos con jardines y plazas interiores. Lo mismo sucede en las pequeñas cortes de la provincia como Sabbioneta, Castiglione, Revere, etc.. Todo este esplendor experimenta un nuevo impulso en el periodo de María Teresa de Austria en el S XVIII.