Frida Kahlo es hoy una figura de culto, no sólo por sus cuadros, un total de 143 obras de las que 55 son autorretratos, sino por su vida bohemia y su peculiar carácter. La casa donde nació Frida Kahlo en 1910 (y no en 1907 como a veces se dice), y en la que viviría hasta su muerte, 47 años después, es a la vez un museo y un santuario.
Los enormes esqueletos de papel maché de la fachada, los retablos (exvotos) de estaño pintado de la escalera, la bellísima decoración de la cocina y los objetos de su dormitorio reflejan la desbordante vitalidad y la originalidad de la artista. Se pueden admirar aquí sus primeros borradores, los comentarios de sus diarios, sus diminutos vestidos, su silla de ruedas, además de algunos corsés y una cama de dosel con espejo en el techo.
Todos estos objetos nos permiten incursionar en la personalidad contrastante de la pintora en distintas épocas de su vida: el rescate del colorido y la magia de las tradiciones populares, el surrealismo, su contacto con el Partido Comunista y el desgarrante dolor que le ocasionó el accidente que la postró en silla de ruedas.