Desde los inicios de los años sesenta Amalia Hernández concibió la idea de crear una Escuela de Ballet Folklórico con el objetivo de difundir y fortalecer esta expresión artística.
Con el afán de tener un lugar que cubriese las necesidades de una escuela formal, Amalia Hernández decidió construir un edificio especial para ello. El encargado de realizar tan importante tarea fue su hermano, el Arquitecto Agustín Hernández. En el año 1966 se empezó la construcción. El resultado fue espectacular, ya que el diseño arquitectónico de la obra rebasó las características estilísticas de la época, construyéndose un edificio muy moderno y vanguardista, aunque lleno de reminiscencias del pasado prehispánico mexicano.