La zona de Chimalistac guardaba el carácter colonial, tradicional y nostálgico de un pequeño pueblo dentro de la ciudad de México, con calles empedradas, estrechas y pintorescas. En la construcción de la casa, Barragán pretendía introducir un ambiente moderno en la tradicional construcción de México, que a su vez formara parte del lugar, que se pudiera realizar con materiales de la zona y que permitiera crear confort en los interiores. Los pasillos interiores y los recorridos son una evocación de las medersas del norte de África que tanto calaron en el espíritu de Barragán a la vez que es una síntesis entre lo indígena y lo hispano, lo moderno y la tradición, lo regional y lo internacional, el rigor geométrico y la sensibilidad poética, la razón y el sentimiento.