Como símbolo de lo que se proyectó como una ciudad satélite al noroeste de la Ciudad de México, Barragán realizó con la colaboración de Mathias Goeritz, 5 torres de planta triangular de diferentes tamaños y alturas, de carácter totalmente escultórico y sin más función que la de ser contempladas desde el automóvil y a una gran velocidad. Las torres de diferentes colores y alturas, la más alta tiene 57m., nacen verticales sobre una plaza ligeramente inclinada, prolongándose en tanto el espectador se acerca a ellas, acentuando su verticalidad como agujas que se recortan en el cielo contrastando con un estriado horizontal que además de una textura, dan cierta calidad de fuerza necesaria en su percepción.