Madrid Río

WEST 8

El proyecto Madrid Rio fue el ganador de un concurso internacional de ideas, organizado por el Colegio de Arquitectos de Madrid sobre el uso y diseño de las zonas recuperadas sobre la M-30 soterrada de Madrid, y fue diseñado por el equipo M-Rio, compuesto por tres estudios de arquitectura madrileños – Burgos & Garrido, Porras La Casta y Rubio & Álvarez Sala – en colaboración con el estudio de urbanismo y paisajismo holandés West 8.

Ejecutado entre 2008 y 2011, Madrid Río transforma los espacios recuperados en ambos lados del Rio Manzanares en un nuevo “paisaje fluvial-urbano”, creando un espacio público verde y peatonal de casi 7 kilómetros de largo de Norte a Sur.

36 nuevos puentes peatonales unen las “dos ciudades” situadas en ambas orillas del río, antes separados por el flujo imparable de coches de la autopista circular.

Este proyecto requiere de una explicación, por su envergadura política, del contexto patrimonial de las intervenciones arquitectónicas en la España previa a la crisis.

La protección del Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid se encuentra entre dos lógicas contrapuestas; por un lado la del desarrollado marco legislativo (tanto de escala regional, como nacional  y europea), y por otro la de la lógica del capital.  Los profesionales se encontraron trabajando ante una lógica disociada, actuando como garantes de la protección patrimonial establecida por la normativa, pero en constante conflicto con la lógica de la eficiencia del libre mercado (competencia en presupuestos para adjudicaciones y necesidad de ganar dinero para mantener la actividad). Además, la mediación de la administración pública como mecanismo de control sobre el mercado del suelo favoreció su inserción en la lógica del capital: intereses particulares, abusos de poder de cargos públicos y corruptelas locales (al margen de las siglas políticas) encontraron en el contexto español su caldo de cultivo. El entramado de contratos y adjudicaciones dudosas resultante, asociado a recalificaciones del suelo, ha sido conocido como el modelo “ladrillazo” y España como uno de sus representantes destacados en el panorama internacional. En el 2015 se  cuantificaron en España 1.700 causas y más de 500 imputaciones de casos de corrupción.

En concreto, para la gestión del patrimonio histórico, arqueológico y paleontológico derivado de esta práctica especulativa se ideó el Modelo Madrid, que consistió en la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC) bajo la figura de Zona Arqueológica de grandes áreas con potencial arqueológico. Una vez que estas zonas eran incoadas, la Dirección General de Patrimonio Histórico (DGPH) de la Comunidad de Madrid (CAM), que es la institución que tiene las competencias en cultura, redactaba unas normas para la protección del  patrimonio arqueológico que debían incluirse en los planeamientos urbanísticos de los municipios que tuvieran zonas arqueológicas, siguiendo la normativa patrimonial vigente. Pero en el contexto socioeconómico del “ladrillazo” el Modelo Madrid fracasó. De hecho, si por algo debemos caracterizar el Modelo Madrid no ha sido por sus éxitos, sino por la precariedad laboral y la continua destrucción del patrimonio arqueológico que ha llevado asociado.

Un ejemplo paradigmático del Modelo Madrid fue lo que ocurrió con las obras de remodelación de la M-30, la autopista de circunvalación de la capital, construida en el tardofranquismo. En el 2004 el Ayuntamiento, gobernado por el derechista Partido Popular (PP), decidió soterrar un importante tramo del este y del sur de esta autopista (unos 32 kilómetros), precisamente los sectores que discurren sobre el río Manzanares, un enclave de gran valor patrimonial y escenario del origen de la ciencia arqueológica y paleontológica en el siglo XIX, con yacimientos catalogados de prácticamente todos los periodos prehistóricos e históricos, incluyendo los puentes de Toledo y Segovia.

Pero los principales problemas de la obra no iban a ser solo los de carácter patrimonial, ya que con el soterramiento se iba a triplicar el número de carriles en cada dirección, lo que aumentaría el tráfico en un 60 %, suponiendo un considerable aumento de la contaminación en la ribera del río de Madrid y de su pulmón verde, la Casa de Campo, en una ciudad que más de la mitad de los días del año ya superaba los límites de contaminación impuestos por la Unión Europea. Además, tal y como fue denunciado por la oposición y por diferentes colectivos, el Ayuntamiento de Madrid quedaría con una deuda descomunal. Más de 10 años después sabemos que el coste de la obra se estima en unos 1.700 millones de euros, pero que por los intereses de la deuda los madrileños terminarán pagando unos 10.406 millones de euros. El cálculo de 35 años de endeudamiento para el ayuntamiento de Madrid que se hizo en el 2004 no parece errado.

Esa faraónica obra marcó el origen del desbordamiento de la deuda municipal que  ahora mismo, en plena crisis económica, ahoga al consistorio. Esta obra y otras similares, como el desdoblamiento de la carretera M-501, es sintomática del modelo democrático del tardofranquismo, impulsado con especial virulencia por la sucesión de gobiernos de los Spanish neocon del PP, tanto en la CAM como en el Ayuntamiento de la capital. Mientras se aumentaba el peso de la carga  fiscal en las clases más empobrecidas y se descargaba a las oligarquías (“keynesianismo inverso”), se extendían las alianzas mafiosas público-privadas en los procesos de privatización de los servicios públicos y se modificaban las leyes del suelo (tanto estatales como autonómicas) para permitir un “todo es urbanizable”, mediante una desregularización del urbanismo que ha dejado ingentes beneficios en el bloque oligárquico (bancos, constructoras y promotoras) conectado con los políticos del PP, públicamente se aludía al desarrollo de la democracia y a la participación ciudadana.


MARÍN SUÁREZ C. Y PARGA-DANS E. “La arqueología de gestión en Madrid. Atrapados en el modelo de especulación capitalista del territorio”. Crítica de la Razón Arqueológica.

Arqueología de contrato y capitalismo, Bogotá 2017.

Reseña: Carlos Marín, 2018.