Estación Central Gral. Artigas AFE

Luigi ANDREONI
  • Dirección: LA PAZ 1095
  • Fechas inicio-fin: 1893-
  • Programas: ESTACIÓN FERROVIARIA

Tomado de: Rey, W. “Nueva visita a la experiencia manierista.” Revista del Instituto de Historia de la Arquitectura, Vitruvia Nº 4. Montevideo: Facultad de Arquitectura, UdelaR. 2018.

Para un mejor entendimiento del lenguaje adoptado parece necesario iniciar un camino de análisis que va del interior al exterior del edificio, sin por esto insinuar que ese fue el camino adoptado por el proyectista. En el área de andenes, Andreoni propuso un orden colosal de pilastras adosadas al muro, operando sobre ese espacio interior como si fuera, en realidad, un espacio exterior. Las razones parecen haber sido dos: por un lado, establecer una adecuada proporción entre los componentes formales de la albañilería, la estructura metálica de la cubierta y las características propias del espacio resultante; por otro, definir ese recinto como si fuera una gran antesala urbana para personas provenientes de diferentes partes del país e incluso del exterior. Los recursos anti clásicos resultaron fundamentales a estos efectos. La organización en forma de U del cuerpo en albañilería —principio clave del proyecto— plantea la continuidad de arcos separados por pilastras de gran altura que encubren la presencia de un entrepiso, aportando así una fuerte unidad visual, al tiempo que coinciden con los puntos de apoyo de la gran cubierta metálica.

La puerta diseñada en el eje longitudinal del espacio —sobre el plano interior correspondiente a la fachada principal del edificio— es el resultado de la sustitución del arco central por otro de apariencia mayor, destacado por un replano y un tímpano curvo superior que corona un reloj; su sentido retorico confirma la condición de antesala urbana que adquiere el espacio.

Para mayor referencia de la maniera tardo-renacentista, Andreoni define con precisión la fachada principal externa mediante recursos propios de la arquitectura del siglo XVI, como la serliana y el variado tratamiento superficial del almohadillado. Pero a la inversa del interior, entendido este como espacio integrador de partes constructivo-tecnológicas diferentes, la fachada opera aquí como una cortina, separando el gran espacio funcional de la urbe. No se trata de un corte grotesco, sino de un velo delicado, pautado por un refinado pórtico que resulta dominante como imagen de conjunto. Se trata también de una fachada que expresa el pensamiento contemporáneo en la incorporación de imágenes escultóricas a su basamento, traduciendo el espíritu positivista —James Watt, George Stephenson, Alessandro Volta y Denis Papin se representan en piezas cementicias pintadas— que caracterizo a la elite hegemónica uruguaya. No estamos frente al discurso alegórico y privado del arte asociado a la arquitectura —como lo fue la obra pictórica del veronés en la villa palladiana—, sino de imágenes orientadas a la percepción y fruición colectiva, de un público más amplio al que formar y ≪ensenar a ver≫. En cierta forma Andreoni vino a operar como Palladio en el caso de la Basílica, rodeando la parte ingenieril del edificio —un edificio preexistente en el caso del veneciano— con una fachada alternativa, capaz de operar como cuerpo dialogante con la ciudad. Un nuevo manierismo, entonces, entendido como recurso de adaptación, como vehículo de integración de partes diferentes y, por sobre todo, de un lenguaje abierto a un fuerte experimentalismo, que no busca esconderse sino mostrarse.


Tomado de: Barriola, Rey & Mendizabal. Tu Patrimonio. Montevideo: BMR, BROU, 2011.

La estación surge en reemplazo de la terminal que operaba en ese mismo sitio desde 1871, destruida en 1893 en un incendio. Este incidente dispara el proyecto encomendado al ingeniero italiano, reconocido autor del Club Uruguay, la Casa Vaeza y el Hospital Italiano. Andreoni es todo un personaje del momento: formado en la Escuela Real de Aplicación de Turín y luego en Nápoles, llega a Montevideo en 1876 y en breve ocupa cargos públicos, ejerce la docencia y lidera emprendimientos varios. El reto es ahora crear una puerta urbana en el entorno portuario. Un emblema del Uruguay moderno, abierto a otros mercados.

Para ello Andreoni pone en juego su formación técnica y su fibra de arquitecto. Y proyecta una obra que recoge ambas vertientes de modo muy claro. En concreto, el edificio adopta una estructura bipolar, dicotómica. Conjuga dos piezas distintas y asociadas, dos cuerpos que resultan –a juicio de Lucchini- “casi incompatibles” o antagónicos. Por fuera está el volumen en U: la densa envolvente que reúne el gran atrio al frente y otros servicios –oficinas, restaurante, depósitos- en sus lados largos. Por dentro el espacio de los andenes, rodeado por la primera y cubierto por una enorme vidriera. De un lado el sólido muro de mampuestos: eclecticismo de base italiana que se asocia a la obra de Alessi (Palacio Marino) y admite algunos rasgos afrancesados –mansardas, lucarnas, pabellones en ángulo-.  Del otro el espacio aéreo, ligero, diáfano: el dominio del hierro desnudo, preciso, razonado; un gesto ingenieril que evoca la eficiencia de los mercados y destila pericia, utilidad, lógica.

Arquitectura e ingeniería, invención y cálculo, arte y ciencia: las conjunciones resultan triviales pero enuncian el juego que entablan aquí dos talantes, dos fórmulas. Dos modos de hacer que son –de hecho- uno solo. Porque el edificio es, pese a todo, una obra unitaria. Un acto de fe que se inclina ante la ciencia. Las figuras de Watt, Volta y Galvani así lo confirman en la fachada.

Este emblema moderno causa impacto entre los visitantes. Su tamaño es destacado por Le Corbusier ante el “triste espectáculo” que ofrece la estación de Burdeos. Pero ha quedado al margen del progreso que anunciaba: está en desuso y se deteriora a grandes pasos, excluido de la vida urbana. La puerta que supo abrir Andreoni fue cancelada hace tiempo y sigue cerrada.


Tomado de: IMM. Guía Arquitectónica y Urbanística de Montevideo. Montevideo: Intendencia Municipal de Montevideo. Facultad de Arquitectura, Universidad de la República. Junta de Andalucía, 2008.

Además de ser puerta de acceso a la ciudad desde el territorio nacional, la cercanía de la estación al puerto, a cuyo rol estuvo indisolublemente ligada, la constituyó en rótula con el mundo.

El propio programa significa un reto: por un lado el edificio principal destinado a público y por otro el gran cobertizo destinado a trenes, personas y carga.

Este último, es ejemplo de “arquitectura utilitaria”, los materiales vistos y las formas resultan de una impecable sencillez, ajustándose al cálculo. El destinado a hall, taquillas, oficinas y depósitos, que a modo de U envuelve al primero, está resuelto en mampostería, como arquitectura de estilo ecléctico.

La obra  presenta una clara voluntad de construir ciudad, marcar su presencia jerárquica e incluso simular espacio urbano, lo que se aprecia tanto en su relación con el entorno, como en el hecho de concebir a la estación como entrada a Montevideo resolviendo los muros de los andenes como fachadas.

El carácter ecléctico propio de su naturaleza programática, se reafirma al recurrir a referentes estilísticos provenientes del manierismo, barroco, renacimiento y del llamado Segundo Imperio.

Siendo el edificio más significativo del país vinculado al ferrocarril, se caracteriza por una gran riqueza formal y espacial resuelta con gran solvencia y cuidado.

Como expresara el Arq. Arana, la "yuxtaposición entre Arquitectura e Ingeniería, entre "Arte" e "Industria", entre mampostería y metalurgia, está resuelta, para el caso de Montevideo, con una sensibilidad y competencia profesional, capaz de sostener la comparación con muchas de las más destacadas realizaciones europeas. En especial el tratamiento de los muros laterales de los andenes y el torrente lumínico que desciende de la claraboya sustentada por la esbelta estructura metálica, habilitan a que el amplio espacio de trenes, sea percibido como una gran plaza cubierta."


Tomado de: Lucchini, A. Ideas y formas en la arquitectura nacional. Montevideo: Nuestra Tierra nº 6, 1969.

Esta obra compuesta, tomada en su aspecto plástico, por dos partes bien diferentes, incompatibles casi, yuxtapuestas una a otra. La primera , correspondiente a los andenes, es claro ejemplo de arquitectura racional. De la que en su momento se llamó utilitaria. En ella el manejo del hierro se hace ajustándose estrictamente a lo dispuesto en el cálculo, sin las concesiones a exigencias estilísticas que hiciera Labrouste cuarenta años antes, sino como proyectara V. Baltard sus mercados, reproducidos luego en Montevideo a principios del siglo XX. La segunda parte, destinada a oficinas, envolvente de la primera, está tratada como arquitectura de estilo y de estilo ecléctico. Su planta baja refleja tramos de pórticos originados en la obra manierista de Alessi, recogidos en el Palacio marino, y la alta se expresa recurriendo a los vanos “a tabernáculo”. Finalmente la conformación general del edificio, tanto por los pabellones angulares como por las mansardas y lucarnas que integra sus cubiertas, señalan su filiación francesa.


Monumento Histórico Nacional. Resolución 659/008.  

Bien de Interés Departamental.

Ver además:

Barriola, Rey & Mendizabal. Montevideo Afuera. Montevideo: El País, 2015.

Giuria, JLa arquitectura en el Uruguay, Tomo I. Montevideo: Imprenta Universal, 1955.

Loustau, C. La Influencia de Italia en la Arquitectura Uruguaya. Montevideo: Instituto Italiano di Cultura, 1998.