Los edificios de la Universidad de Deusto siempre han jugado un primordial papel en la configuración de la margen izquierda de la ría, dando así fe de la voluntad de servicio que la institución siempre tuvo para con la ciudad: desde hace más de cien años Deusto ha sido no sólo la cuna de numerosos profesionales bilbaínos, sino también singular protagonista de la vida cultural de la ciudad; de ahí que, a nadie sorprenda la importancia que los edificios de Deusto tienen en el ámbito de la ría.
Aunque la localización del solar y la configuración urbanística puedan parecer favorables, lo cierto es que la ambivalencia entre lo que son las dimensiones de una manzana y lo que son las dimensiones de un edificio exento, hacen que el proyecto no sea fácil. Si a esto añadimos la presencia imponente del Guggenheim, se entenderán las dificultades que han acompañado al arquitecto. Por un lado, el nuevo edificio no debería en modo alguno competir con el bien ganado protagonismo que el Guggenheim tiene. Por otro, el edificio debería mostrar su condición pública y establecer en lo posible la deseable continuidad con la Universidad. Uno y otro condicionante no debieran excluir, naturalmente, el que el edificio se entendiese como un edificio exento y con vida propia en el parque.
Estos presupuestos fueron los que finalmente decidieron al arquitecto por un material como el pavés, que implica una condición mórbida en el tratamiento de los paramentos, y que interesaba para no competir con el Guggenheim y para suavizar el encuentro con el parque. El pavés va a dar lugar a un volumen monolítico y monocromo, neutro, que no compite con los brillos del titanio del Guggenheim y que es capaz de integrarse en el futuro universo verde del parque sin sobresaltos.