A escasos kilómetros del casco urbano de la ciudad de Barcelona, en un zona que está en remodelación, encabezada por la nueva terminal T1 del aeropuerto del Prat, la ampliación de la C31 y C32 y toda la zona de aprovisionamiento como es Mercabarna, Willy Müller construye entre 2005 y 2008, la nueva Central de la Flor, Mercabarna – flor, después de que en 2001 un incendio destruyera la antigua nave que albergaba esta función.
Pretendiendo convertirse en un edificio icono en el sector de la utilidad pública, se ha diseñado una cubierta a base de pliegues y colores que expresa algunos argumentos de identidad relacionados con el sector de la actividad que acoge.
La gran cubierta de geometrías lineales y paralelas de distintas tonalidades, pero de formas no simétricas, imitan la imagen visual de los campos cultivados con distintos sembrados que obtenemos desde el aire en la zona del Llobregat, las franjas de colores simbolizan la variedad cromática que ofrecen las flores y plantas, al mismo tiempo que su analogía con un caparazón le otorga un carácter orgánico en coherencia con la actividad y el movimiento que se despliega en su interior.
Según las palabras del arquitecto, “es como un gran caparazón, en el sentido más orgánico, simbolizando el caparazón de un animal. Es decir, bajo el caparazón hay algo que se mueve, en este caso, la gran actividad generada por el mercado.”