Taniguchi argumenta que no existe la necesidad de explicar el edificio, que sólo puede ser comprendido a través de la experiencia.
El reto inicial que se presentaba era el unificar el museo, y el mérito que tiene este proyecto ha sido lograr una integración de la arquitectura antigua con la nueva, de una forma ciega a la mirada. Taniguchi tomo la controversial decisión de mantener las diveras fachadas a lo largo de la calle 53. El mantener las previas identidades es un homenaje simbólico a la historia del MoMA puesto que no se ha preservado ninguno de los edificios originales.
A diferencia de otros grandes museos, el MoMA se ubica en una calle estrecha en lugar de una gran avenida. El crear una presencia icónica en esta localización densa y vertical del contexto urbano neoyorquino es un gran desafío. Esta es la razón principal que obliga a Tanigachi a mantener las fachadas originales intactas para focalizar su atención en la reorganización del museo como ejercicio de expresión urbana.
Este lenguaje urbano se pronuncia cuando Taniguchi se refiere al MoMA como microcosmos de Manhattan, con el jardín de esculturas teniendo la misma función en composición que el Centrl Park. Él describe el al museo como una ciudad dentro de otra, lo cual es evidente en la Calle 54. Ahí, dos pórticos monumentales al este y al oeste enmarcan y definen el jardín de esculturas como una plaza urbana, creando una refinada transición entre jardín y museo. El ala oeste localiza las nuevas salas, mientras la del este distribuye los espacios educativos y de oficinas.
Cada volumen se ve envuelto por una perfecta lámina transparente de vidrio.
Al sur un gran paralelepípedo de vidrio conecta las dos alas. Una nueva torre pequeña al oeste aloja las oficinas del museo, creando el equilibrio que antes no existía con la sobre dimensionada torre de Pelli. Además de una rigurosa articulación de los materiales, la arquitectura de Taniguchi se define por la manipulación de los volúmenes rectilíneos y del movimiento.