Neue National Galerie

Ludwig MIES VAN DER ROHE

La Neue Nationalgalerie, hoy en proceso de restauración en el marco de una fuerte puesta en valor internacional de la arquitectura moderna, es el único edificio construido por Mies en su ciudad natal. Y, por cierto: no llegó a verlo terminado.

En el contexto de su creación, Berlín aún estaba divida por el muro, el gobierno de la República Federal Alemán tomó partido por revitalizar esta área con grandes equipamientos culturales, como la Filarmónica de Hans Scharoun (un vecino de formas no tan silenciosas, pero de excelente factura).

Aquí se ponen en juego varios de los recursos utilizados por el arquitecto en el campus del IIT de Chicago, tanto como en sus obras domésticas (léase Casa Farnsworth). Primeramente, un gran podio (105 x 110 m) sobre el que posar el edificio, una grilla ordenadora a la que se circunscribe el despiece de los pavimentos, la modulación de la carpintería metálica y finalmente la estructura (todo bajo el mando de las perfectas matemáticas, que parecen comandar incluso las propias reglas de la construcción). Seguidamente se celebra la planta libre neutra en su máxima expresión. Este recurso se logra mediante la incorporación de dos núcleos que nos llevan a descender para acceder a lo más complejo de los servicios, habitaciones complementarias, etc. Allí las oficinas enterradas hacia el oeste se abren hacia un patio de esculturas que da a la fachada posterior del conjunto. Y por supuesto, destaca su potente cubierta horizontal (a 8,40 de altura), reticulada según el módulo totalizante que mencionábamos. Por su parte, el cerramiento vidriado se retranquea del borde de la gran cubierta, generando un umbral exterior – interior con mínimos recursos. A todo esto, antecede una organización de doble simetría axial que otorga respuestas de fachada sin inmutarse ante las tensiones del sitio (ya aminoradas por la disposición del basamento).

Con todo, se logra un potente espacio de exposiciones, fluido, diáfano, y reconfigurable. Su radical apuesta, en esta y en la mayoría de sus obras, ha valido varios debates. Su less is more no parece suficiente para explicar todas sus estrategias, ni mucho menos, la personalidad psicológica de un personaje que estaba dispuesto a forzar la articulación interna del programa con tal de arribar a una acendrada imagen de orden.

Si bien su aforismo "La arquitectura es la voluntad de una época traducida en el espacio" ha dado lugar a muchas interpretaciones hodiernas, su actividad proyectual muestra el intento de capturar una esencia (que habla de un tiempo cósmico más que de un tiempo mecánico). Su vocación universalista en términos de espacio es muy distinta a la máquina de habitar de Le Corbusier; que por lo menos en sus inicios bregaba por construir casas a la luz de las enseñanzas de la industria del automóvil. Si bien comparten una fuerte admiración por el mundo clásico, el hacer silencioso de Mies contrasta con la actividad proselitista del franco suizo, que generalmente buscaba respaldar su actividad constructiva con discursos políticos (aunque ambiguos). Para Mies, la arquitectura parece acabar en sí misma, y lejos del funcionalismo sus formas y composiciones condicionan el programa (tanto aquí como en el Crown Hall, enviando buena parte de lo “incómodo” al subsuelo).

Más que moderno estrictamente, Mies parece ubicarse en la teoría del eterno retorno de Nietzsche, lejos del avance lineal de la historia.

Reseña escrita por Pablo Canén, 2018