La Fábrica de Turbinas AEG es tal vez la materialización más clara de la irrupción en escena del Deutsche Werkbund (o Liga de Talleres Alemanes, en su poco precisa traducción al castellano).
Como tal, esta Liga, no era más que una asociación entre artistas/arquitectos e industriales germanos, deseosos de elevar la calidad de sus productos al nivel de los británicos (que ya había deslumbrado a Hermann Muthesius pocos años antes).
No obstante, si en la Inglaterra del Siglo XIX, Ruskin y Morris habían esbozado una salida a la alineación industrial a través de cierto regreso a la tradición del oficio medieval, los alemanes divergirían en tanto el arte potencialmente podía ocupar un rol legítimo en la nueva organización material del capitalismo. En este sentido, ofrecer al consumidor productos concebidos por el artista (aunque no fabricados por él) podía brindar una salida a la ruptura con el sistema artesanal y su vínculo con el cliente tradicional. Asimismo, y a gran escala, se podría pensar en otra arquitectura y por tanto en otra ciudad, que salvara el abismo entre la nueva Zivilisation (de matriz liberal francesa) y la añorada Kultur aldeana de la vieja Prusia (no debemos olvidar que a fines del siglo XIX ya se hacía sentía sentir una reacción antipositivista). Así, en las nuevas arquitecturas del Werkbund se intentaría dar luz a nuevos templos: sitios en donde el obrero industrial no fuese la víctima de un mecanismo anónimo y deshumanizado, sino que conforme parte integrante de una comunidad productiva y espiritual. Detrás de estas esperanzas, varios críticos marcarían que subyacía un modelo de capitalismo paternalista y monopólico, más cercano a la ideología del Volk (el pueblo, la nación).
Es así que en este edificio se nos presenta como templo de trabajo. Diseñado por Peter Behrens (gran arquitecto – artista y publicista del Werkbund) estaba concebido con tecnologías modernas, pero figurado a la luz de un templo clásico, pesante, simétrico y a la vez depurado de profusiones ornamentales, controlado en todas sus partes. Por cierto, cuando Allgemeine Elektricitats-Gesellschaft (AEG) contrata a Behrens (1907) le otorga control absoluto sobre la comunicación visual de la compañía (afiches, luminarias, y otros objetos utilitarios). Cuando en 1908 inicia el proyecto de la nave industrial, que coronaba su complejo fabril en Berlín, no resultaba un encargo deslumbrante. Básicamente una tipología basilical de estructura metálica tan fuerte como para soportar cargas de 100 toneladas transportadas por grúas puentes para ensamblar las enormes piezas de las turbinas entre sí. Sus proporciones eran tales que tuvo que ser ejecutada en dos partes. El ingeniero Karl Bernhard previó el sistema como un único pórtico articulado en tres puntos formando un arco asimétrico atirantado (Weston, 2005). No obstante, estas necesidades estructurales solo fueron un punto de inicio para el arquitecto. Aquí el esqueleto estructural, sería soporte de una masa que pudiese esculpirse con fines simbólicos.
A decir de Richard Weston: “En las dos fachadas públicas del edificio, Behrens insistió en una expresión esencialmente clásica del edificio como forma masiva y corpórea. El resultado era marcadamente ambiguo: aunque los detalles de los paneles de revestimiento de hormigón insinúen su carácter de relleno, su pesadez sugiere un papel estructural, una impresión a la que pocos pueden sustraerse al observar los macizos pilones de hormigón.”
El problema, seguía siendo como mantener la fábrica funcional dentro de la tradición arquitectónica.
Reseña: Pablo Canén, 2018.
COLQUHOUN, Alan. “La arquitectura moderna. Una historia desapasionada”. Gustavo Gili, 2005
WESTON, Richard. “Plantas, secciones y alzados. Edificios claves del siglo XX.” Gustavo Gili, 2005