El solar forma parte de una colonia de residencias unifamiliares (contigua a los jardines de la casita del príncipe), se divide en dos parcelas, una de las cuales está ocupada por una vivienda de dos alturas construida según las características comunes a esta zona de la sierra de Guadarrama.
Se decidió intervenir sólo en la parcela libre, dejando para más adelante la construcción de la segunda con un aulario para postgrados. Por el carácter residencial del barrio (con alturas de dos plantas y cubiertas inclinadas se optó por minimizar el volumen construido sobre rasante, interpretando el plano del suelo para generar espacios habitables bajo él, y reducir el impacto edificatorio. La normativa del uso de cubierta inclinada, se convirtió, con el tiempo, en el motivo generador de una volumetría en movimiento gradual; los dos contenedores fueron hundiéndose en el suelo (desplazando tierras poco a poco, oxidándose paulatinamente), hasta congelar el instante final.
Los prismas emergentes, finalmente de una cubierta inclinada, descansan así sobre planos de acero cortén y vidrio laminar, que se mueven al borde de dos fluidos de granito que descienden en paralelo a la dirección transversal del solar, cosiendo y subrayando los caminos de acceso peatonal y de servicio. Por otra parte, la idiosincrasia del cliente), en su indeterminación y ambigüedad de usos, deseos y prioridades, actuó como liberador, que permitió cuestionar y mantener abierto el programa de necesidades, no compartimentar los espacios en cada nivel e inventar nuevos usos durante el largo proceso del proyecto y su ejecución.