Diseñado para conmemorar el 1.200 aniversario de la fundación de la ciudad de Kioto, está dedicado a la difusión de la música selecta, instrumental o coral. El edificio contiene dos salas de conciertos, una Sala Principal con capacidad para 1.833 butacas y otra sala de planta hexagonal diseñada para conciertos pequeños y para música de cámara, con capacidad para 500 butacas.
La dificultad de este proyecto se concentró en lograr representar el pasado y el presente de una ciudad tan tradicional como Kyoto. En este sentido, el arquitecto no se apega a formas del pasado y tampoco importa imágenes de arquitectura occidental. Sin embargo, podemos ver que la entrada al edificio se hace por un costado, generando una entrada espacialmente compleja, haciendo referencia a un templo tradicional de Kioto donde la aproximación al edificio nunca es directa.
El gran volumen cónico de escamas negras, cumple la función de llevar al usuario a los distintos niveles del edificio a través de una rampa circular, el mismo gesto que tiene Frank L. Wright para el Guggenheim de Nueva York. El espacio interior de este volumen tiene un pavimento que recuerda a los dibujos imposibles de Escher y las 12 columnas que aparecen evocan los 12 signos del zodiaco.
El edificio se encuentra cargado de simbolismo, haciendo referencia continuamente a la tradición cultural japonesa y a obras contemporáneas.