El estadio de Atletismo en Olot es un ejemplo de interpretación culta del entorno, con la pista inscrita delicadamente en el paisaje y la topografía, conservando en el interior del área que configura el recorrido deportivo una parte de los robles albar centenarios.
Cumpliendo con los estrictos controles federativos sobre la visibilidad que los jueces han de tener sobre la pista, los autores han demostrado que en un estadio contemporáneo es posible conservar la naturaleza. Se encaja en el terreno, con las gradas hechas con pequeños taludes contenidos por piezas de hormigón blanco, y se recrea la atmósfera catártica y primigenia de los juegos en la planicie de Olimpia.
Como si fuera un teatro griego, se revela el origen del espacio deportivo en un claro del bosque.