Basílica San Pietro

MIGUEL ÁNGEL, BRAMANTE, Carlo Maderno, Rafael Sanzio, L. BERNINI

La que debía ser la mayor Iglesia del mundo católico sufrió los vaivenes ideológicos que hacían titubear a sus promotores y a los arquitectos, entre una iglesia de planta central, en cruz griega, y el tipo basilical, menos representativo pero más útil a los propósitos evangelizadores. Los proyectos sucesivos incluían algunos que pretendían la síntesis, como el de Sangallo, una planta central con un cuerpo adosado como el que haría en una escala menor en Montepulciano (San Biagio). La maqueta puede verse en los museos del Vaticano.

Quien finalmente recomienza la obra en clave arquitectónica “purista”, fue Bramante, tratando de articular los distintos órdenes y teniendo presente los dibujos de Leonardo da Vinci para sus maquinas de predicar de centros múltiples.

Pero Michelángelo finaliza el proyecto bramantesco en una visión más escultorica, cual roca excavada interiormente. Sin embargo, la presión contra reformista por lograr un espacio capaz de albergar grandes masas lleva a la ampliación de Carlo Maderno y, posteriormente, a lo que puede llamarse, esta vez sin ninguna duda, la gran “maquina de predicar”: la plaza de Bernini.

La triple columnata por la que estamos obligados a pasar para llegar a la Piazza es un filtro cuya función es prepararnos para el violento cambio de escala que supone pasar de los barrios antiguos de Roma y sus calles apretadas y penumbrosas a la luminosa presencia de la catedral (la apertura de la Via della Concilliazione es una operación de la época fascista que distorsiona la lectura original). Una vez que estamos en la plaza, Bernini nos coloca a la distancia justa de la fachada, por donde en algún lugar aparece la figura del pontífice.

Esta medida se establece por el sector trapezoidal que conecta en una suerte de telescopio perspectivo la plaza oval donde se sitúan las masas y la fachada de Carlo Maderno. El efecto teatral se acentúa por la leve pendiente hacia los focos de la plaza que hace que cada persona del público vea siempre al resto de los asistentes. La cúpula de Michelángelo aparece como una montana flotante, sin que podamos precisar donde se apoya.

La característica más importante de la plaza elíptica y trapezoidal es el haber logrado que parezca abierta y cerrada al mismo tiempo. El espacio elíptico logra una expansión a lo largo del eje longitudinal. Recrea una forma dinámica con una integración y proyección hacia el espacio exterior, con la ciudad, expresada por el doble intercolumnio a semejanza de los brazos abiertos de la iglesia. El Obelisco es el nudo donde se conectan y unifican todas las tensiones exteriores para luego canalizarse por el eje longitudinal de la iglesia creando una síntesis de concentración y direccionales de recorrido hacia la meta, repitiéndose luego hacia el interior de la iglesia con el eje virtual producido por la cúpula. En la plaza se demuestra el fundamento del arte barroco que consiste en basarse en los principios generales de composición espacial más que en la exuberancia de los detalles y del lenguaje estilístico. La plaza llega a ser el punto de reunión de toda la humanidad a la vez que irradia al mundo entero.