Inaugurado en 1896 (fiestas del Milenio), es uno de los edificios emblemáticos de la capital húngara. Los arquitectos Ödön Lechner y Gyula Partos quisieron ilustrar con esta obra el estilo Secesión, variante húngara del modernismo, de clara inspiración oriental.
Sus tejados y fachadas se caracterizan por la profusión y colorido de los ornamentos de cerámica de motivos florales y animales. El interior, más sobrio, no deja por ello de ser sorprendente.
Se alojan exposiciones permanentes de textiles, cerámicas, muebles del siglo XVIII, instrumentos musicales y muestras de arte barroco y del renacimiento.