La Villa Savoye marca la culminación de un ciclo en Le Corbusier. Sus casas blancas, de aspecto maquínico, dejaron en ridículo según Banham todo lo que hubo antes de ellas. No obstante, su vínculo con el mundo industrial tendía a ser más alegórico que tecnológico. Aun así, este caso resulta de un notable interés para la historia de la Arquitectura Moderna, o, mejor dicho: de las arquitecturas modernas. Pues bien, Le Corbusier, a diferencia de los suizos y alemanes de la Neue Sachlichkeit, abogaba por una conjunción armónica del mundo de las máquinas con la tradición clásica. En particular a través de las matemáticas y del juego de proporciones, que desandando lo establecido por otros franceses ilustrados como Claude Perrault, volvía a instituir la belleza con unas reglas de orden universal.
También el influjo de las vanguardias pictóricas alimenta el imaginario que rodea este proyecto y otros de su época. A través de la revista L'Esprit Nouveau, que él mismo editó y publicó junto con el artista plástico Amédéeu Ozenfant, se bregaba por un retorno al orden. El nombre de su movimiento: El Purismo; que se presentaba como la superación del Cubismo de Braque y Picasso. Si bien tomaba cierta carga abstraccionista, y su puesta en jaque al sistema renacentista de la representación perspectiva, también abogaba por unos modos de cierto equilibrio compositivo (en contraposición a un lenguaje fragmental), de armonía visual, y de nuevo: por un claro sistema de proporciones. Esto generó un continuum tanto en su labor como pintor como en su trabajo de arquitecto.
En el caso de la Villa Savoye, a pesar de su lenguaje purista, su planta es -casicuadrada, a la manera de la Villa Rotonda de Paladio, como lo anotara Colin Rowe en “Las matemáticas de la vivienda ideal”. Además, como lo señalaba Venturi en “Complejidad y Contradicción” Le Corbusier acepta el corrimiento de la grilla perfecta de pilares para permitir la apertura del acceso, tanto como concesiones a la modulación estricta (que jamás veremos en Mies) a fin de resolver aspectos constructivos. Estas tensiones, recorren la obra de modo permanente.
Por ejemplo, sus lados se abren a los cuatro vientos mediante sus fenêtre en longeur. Sin embargo, aquí, no hay sala que proporcione un centro, por el contrario, se nos presenta una rampa de cuatro ramas, en calidad de promenade architecturale (inspirada en la influencia que la Acrópolis griega tuvo sobre Le Corbusier en sus viajes iniciáticos, de aquí la importancia del recorrido, de la narrativa espacial). Este recurso, en combinación con sus vanos y sistema de “planta libre” define un movimiento constante.
Tal dinámica es anunciada por el acceso, en donde dicha aproximación sigue un muro curvo de vidrio, determinado por el radio de giro de un automóvil.
En su cubierta, este descentramiento in-estático de una composición central clásica se plantea en analogía a la cubierta de un barco.
Este “lirismo matemático” pautado por diversas formas geométricas, a pesar de la retícula subyacente, deja lugar para la presencia y la interpretación del espectador, una dinámica ascendente y descendente hacia el paisaje y el cielo, recortados por un vano –no funcional- que constituye el desenlace de la narrativa de la máquina de habitar (máquina de habitar, que por momentos anuncia las máquinas de emocionar que verían su punto culmine en Ronchamp).
Reseña: Pablo Canén, 2018.
Referencias:
BANHAM, Reyner. Teoría y diseño en la primera era de la máquina. The Architecrural Press. Londres 1960.
MIT Press, (1976), pp. 1-17 (ed. cast.: –Las matemáticas de la vivienda ideal-, en C Rowe. Manierismo y arquitectura moderna y otros ensayos, Barcelona, Gustavo Gilli. 1999.
WESTON, R.
(2005). Villa Savoye. En: Plantas, secciones y alzados: edificios clave del siglo XX. Barcelona: Gustavo Gili.