El edificio es conocido por el público en general como la sede del Chicago Tribune y por arquitectos y estudiantes de arquitectura como el diseño que ganó el concurso internacional promovido por el periódico en 1922. Aunque este diseño (un revival Gótico) ganó el primer premio, la amplia discusión generada por la premiación llevó a la conclusión general de que el edificio de oficinas, o rascacielos, debía ser diseñado en un estilo moderno. Las virtudes de este edificio incluyen una altiva y pintoresca silueta y un interesante tratamiento del muro, con secciones verticales de diferente espesor.
El concurso del Tribune de Chicago: En 1922 el periódico Chicago Tribune convocó a un concurso para su nueva sede en la metrópoli norteamericana. Las pretensiones de la nueva construcción no eran precisamente modestas. Según las condiciones de la convocatoria debía ser uno de los más bellos edificios del mundo y, obviamente, tenía que ser un rascacielos. Sorprendentemente en el concurso tomaron parte arquitectos europeos. En efecto, también en Europa, donde en muchos casos las estructuras urbanas de origen medieval impedían la construcción de rascacielos, tras la I Guerra Mundial se despertó el afán por los rascacielos.
Fueron muchos los representantes de la nueva construcción que vieron en el concurso norteamericano una ocasión de aprovechar en la construcción de un rascacielos el lenguaje formal de la modernidad europea. El finlandés Eliel Saarinen, la sociedad de arquitectos de Walter Gropius y Adolf Meyer, Adolf Loos, Bruno y Max Taut y finalmente Hugo Häring fueron algunos de los arquitectos más conocidos que concibieron un proyecto para la sede del periódico. Sin embargo, aunque las aportaciones de los arquitectos europeos modernos hiciesen época, se discutieran en muchas publicaciones especializadas y sirvieran a otros arquitectos como propuestas para sus obras, los norteamericanos se decidieron por un proyecto absolutamente conservador.
Raymond Hood y John Mead Howells construyeron en 1925 un rascacielos con reminiscencias góticas cuya ornamentación de tracería lanzada hacia las alturas parecía un insulto a la evolución de la arquitectura europea. Con todo, el segundo premio concebido al proyecto de Saarinen significaba el reconocimiento de un representante de la arquitectura europea.