Vivienda Blixen de Castro - Ministerio de Defensa

Joseph Paul Carré
  • Dirección: AVDA 8 DE OCTUBRE 2622
  • Fechas inicio-fin: 1917-
  • Programas: VIVIENDA, Edificio De Oficinas

Tomado de: Arigón, Sabina. “Casa Blixen de Castro”. PATIO  (27 de Agosto de 2013) http://www.fadu.edu.uy/patio/novedades/casa-blixen-de-castro.html

Esta residencia es, junto al imponente edificio del Jockey Club ubicado en la Av. 18 de julio, obra del arquitecto francés Joseph Carré. Ambas son las más destacadas dentro de su escasa producción edilicia y aún se conservan en pie.

En particular, la vivienda Blixen de Castro exhibe un muy buen estado de conservación, a pesar de haberse cumplido ya cien años de su construcción. Joseph Paul Adrien Carré, (Montmorillon, Francia, 1870 - Montevideo, Uruguay, 1941) fue contratado por el gobierno uruguayo en 1907 para dirigir los cursos más avanzados en la carrera de Arquitectura. El entonces rector de la Universidad, Eduardo Acevedo, y el decano de la Facultad de Matemáticas, Eduardo García de Zúñiga, notaron la escasa variedad de miradas y opiniones en los planes de estudio, y dada la ausencia local de técnicos que reunieran las cualidades necesarias, decidieron contratar a algún extranjero — preferentemente egresado de la prestigiosa École des Beax Arts de París— "a fin de obtener por ese medio nuevos puntos de vista y orientaciones que pudieran influir en la enseñanza de la Arquitectura". La elección recayó entonces en el joven Carré, dotado de una excelente escolaridad y dos veces participante en el Gran Prix de Rome. La crítica coincide en afirmar la incidencia positiva que Carré tuvo en la formación de los primeros arquitectos modernos locales. A pesar de su formación academicista, su enseñanza fue lo suficientemente contundente y flexible como para habilitar en sus alumnos un espíritu crítico y abierto a los nuevos caminos que entonces se gestaban en la arquitectura. Dentro del panorama local, la vivienda se inscribe en una etapa tardía del denominado eclecticismo historicista que caracterizó el último tercio del siglo XIX, aunque registra el eco del art nouveau que ya había tenido su momento de esplendor en Europa. Es construida en 1910 para el Dr. Juan Pedro Castro y ocupa el generoso predio de manera exenta, al modo de las grandes villas de recreo construidas en El Prado desde el siglo anterior. Así planteada, se estructura en torno a un gran hall principal —al que se abren las diversas habitaciones— cubierto por una claraboya que baña con su luz el interior de la casa. El diseño de planta y fachadas evidencia una composición de base estrictamente academicista. La fachada sobre la avenida 8 de octubre se organiza en torno a un eje principal.

Este se materializa como un volumen convexo de suave curvatura, levemente adelantado con respecto al plano general, en el que Carré ubica el acceso principal a la residencia y el budoir para la Sra. María Amalia Blixen. El resto de la fachada se ordena en base a dos ejes secundarios, equidistantes del eje principal, en torno a los cuales se abren las ventanas de la sala y el escritorio en planta baja y las de los dormitorios en planta alta. El cuerpo conformado por las habitaciones más públicas de la vivienda (sala, vestíbulo y escritorio) y los dormitorios principales con sus dependencias (baño, budoir y vestidor) es tratado como un cuerpo “independiente” y ubicado de forma transversal al eje de la planta, que sobresale con respecto al volumen general.

Las esquinas no terminan en ángulo recto sino que son redondeadas, lo que junto al volumen central otorga al conjunto un cierto dinamismo. En la fachada sur —que da al jardín—, Carré apela al gesto ya utilizado en la fachada principal para jerarquizar el centro de la composición: un volumen curvo aloja la salita contigua a la escalera principal y la “veranda” del piso superior. En este caso las esquinas terminan en ángulo recto y están remarcadas con pilastras que llegan hasta la cornisa superior de la residencia. Una balaustrada acompaña todo el perímetro del edificio. Son varios los detalles que se destacan en el cuerpo exterior: la marquesina art nouveau que corona el acceso principal; la ingeniosa resolución de los balcones en los dormitorios, ya sea generando loggias como en el caso de los que dan al frente o cerrándolos con bow-windows de hierro y vidrio; la entrada para carruajes ubicada en la fachada suroeste, espaciosa y ceremonial; el amplio bow-window del comedor, también resuelto con hierro y vidrio y vinculado a una amplia terraza abierta que da al jardín mediante una escalera. Todos estos detalles, junto a las suaves líneas curvas que definen la volumetría general, otorgan al edificio singularidad y dinamismo. El interior de la residencia es tan exquisito como su exterior; aunque ambos difieren en el tenor de su tratamiento. El exterior es señorial pero contenido: el edificio se impone de manera sutil y elegante, no abiertamente ostentosa. El interior registra refinamiento en todos los detalles, desde el diseño de muebles y habitaciones hasta los materiales utilizados. El hall fue realizado con mosaico veneciano y revestido en roble, y en sus paredes se colocaron gobelinos importados. La escalera principal se realizó en roble y fue ubicada sobre un lateral del gran hall, pero la calidad de su diseño y ejecución le otorga un papel protagónico en la conformación de la casa. La lista de materiales utilizados es amplísima: pisos de mármol, gres y pino-tea, parquet con guardas de roble; cielorrasos de yeso; revestimientos de nogal y gobelinos; estufas de mármol y bronce; herrajes importados de Francia. Pero al margen de la riqueza de los materiales con que fueron resueltos los revestimientos y muebles interiores, la vivienda es un manifiesto del pensamiento de Carré sobre los requisitos de modernidad, comodidad y salubridad que una vivienda debía cumplir a principios del siglo XX. Ejemplo de ello es el cuidado especial otorgado al asoleamiento y la ventilación, tema clave para el concepto higienista de los espacios habitables en aquellos años.

Carré resolvió estos temas con una serie de dispositivos arquitectónicos, cerrando parcialmente los balcones para manejar los vientos predominantes o creando espacios intermedios como las loggias del primer piso. Se ocupó también de los aspectos vinculados a la comodidad y el confort, para lo que dotó a esta vivienda de una serie de servicios muy avanzados para la época: luz eléctrica, agua corriente, gas en la cocina y los baños, ascensor eléctrico y montaplatos para servir todos los pisos, servicio de limpieza de alfombras empotrado en la pared, cuatro cuartos de baño principales y dos de servicio, etcétera. El jardín de la casa fue objeto de estudio por parte del ingeniero paisajista de origen francés Racine, quien importó de Alemania algunas especies vegetales y realizó un singular diseño hoy desvirtuado por el transcurso del tiempo. “No hay en la Metrópoli un edificio más suntuoso”: así era promocionada la casa del Dr. Juan P. Castro en la memoria descriptiva adjunta al folleto del Remate Judicial de la misma, realizado el 29 de setiembre de 1915. Sin duda, era una de las grandes residencias con que Montevideo contaba a inicios del siglo XX, calificada como “hotel privado” y destacada por su “modernidad” en la revista Arquitectura del año 1914, que dedica un extenso artículo a describirla. El edificio se finaliza en 1913 y al poco tiempo, con motivo del fallecimiento de Juan P. Castro, es heredado por su esposa María Amalia Blixen y sus tres hijos.

A partir de entonces sufre una serie de transformaciones que afectan sobre todo al predio original. La propiedad queda por poco tiempo en la familia y pasa luego a manos de diferentes propietarios hasta aproximadamente el año 1963. A partir de ese año, deja de utilizarse como vivienda y se alquila para otros usos —allí se instala, por ejemplo, la Embajada de Taiwán—. Hasta esa fecha, según apunta el arquitecto Fernández Colombo, las instalaciones, el mobiliario y el jardín de la casa se mantienen prácticamente intactos. En 1972 el Estado uruguayo adquiere el inmueble a través del Ministerio de Defensa, y allí se instala hasta 1985 la sede del Estado Mayor Conjunto, más conocido como ES.MA.CO. Durante esos años la casa no recibe mantenimiento alguno y sufre modificaciones, hasta que, con el advenimiento de la democracia en 1985, es restaurada y reciclada para servir nuevamente como sede del Ministerio de Defensa Nacional. El técnico encargado es el arquitecto Fernández Colombo, cuyo trabajo consiste en reparar la vivienda e intentar llevarla a su estado original pero modernizando los servicios —sistema eléctrico, instalación sanitaria, etcétera— para adecuarla a los nuevos tiempos. Estos trabajos se extienden por más de dos años, y el edificio se inaugura como Ministerio de Defensa Nacional el 3 de noviembre de 1987. El 16 de febrero de 1990, según resolución del Ministerio de Defensa, la nueva sede pasa a denominarse “Edificio General Artigas". La vivienda aún funciona como sede del citado Ministerio, aunque —según algunas fuentes— es probable que dichas oficinas se trasladen y el inmueble sea enajenado. Ante esta posibilidad, es importante que la sociedad asuma su importancia como patrimonio de todos los uruguayos, lo que incluye valores compositivos, estéticos y testimoniales. Se trata de un inmueble incorporado a la historia urbana de Montevideo, que forma parte de su identidad cultural. Y esto último no es una afirmación caprichosa: la vivienda ha atravesado los avatares sociales, económicos y políticos del país, como lo revelan las distintas etapas que ha vivido. En ese sentido puede ser apreciada desde distintas ópticas: - Como testimonio de un modo de vida ya pasado. - Como evocación de la historia reciente del Uruguay. No hay que olvidar que allí sesionó durante muchos años la cúpula militar que definía los destinos del país y la vida de los ciudadanos. Durante esos años la casa albergó la impunidad. Como sede ministerial de un gobierno elegido democráticamente. - Como ejemplo del modo en que la buena arquitectura puede adaptarse a los cambios y a las nuevas funciones. - Como edificio “con firma”. En el mundo actual esto es valorado; es una práctica habitual contratar técnicos, incluso extranjeros, para dotar a la ciudad de obras de arquitectura “de autor”. El caso de la vivienda Blixen de Castro vale no solo por su calidad sino por haber sido proyectada por un arquitecto clave en la gestación de una arquitectura nacional. Alguien ha dicho que los monumentos son habitualmente invisibles a la ciudadanía, y que sólo son apreciados en dos ocasiones: cuando se inauguran y cuando sufren algún daño. No esperemos a que esta obra sea efectivamente dañada para abrir los ojos y verla. Como decía el arquitecto Aldo Rossi: “...siempre he afirmado que los lugares son más fuertes que las personas, el escenario más que el acontecimiento. Esa posibilidad de permanencia es lo único que hace al paisaje o a las cosas construidas superiores a las personas” Aldo Rossi, 1966


Monumento Histórico Nacional. Resolución 95/005 
Bien de Interés Departamental.


Ver además:

Barilari, Ramiro. “99 años de la revista ARQUITECTURA: Carré y la casa Blixen de Castro.” PATIO  (2 de octubre de 2013) http://www.fadu.edu.uy/patio/ensenanza/99-anos-de-la-revista-arquitectura-carre-y-la-casa-blixen-de-castro.html

Lucchini, A. El concepto de arquitectura y su traducción a formas en el territorio que hoy pertenece a la República Oriental del Uruguay. Libro Segundo. Montevideo: UdelaR, 1988.

Trabajo práctico Historia de la Arquitectura Nacional. Montevideo: inédito, 2016.